domingo 5 mayo 2024
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Julio Matas ora al Cristo de la Misericordia en su triduo

La Cofradía del Consuelo de Antequera celebró un triduo al Cristo de la Misericordia entre el viernes 17 y el domingo 19 de noviembre, con concierto, oración y misas.

El viernes en San Pedro, besapié al Señor en su capilla y traslado al Altar Mayor. Allí, concierto del grupo “Tibi Credo”. A su término, sentida oración de Julio Matas Lara.
El sábado, la iglesia permaneció abierta para veneración del Cristo durante toda la jornada. A las 20,30 horas, Eucaristía concelebrada por Francisco de Paula Baquero y Carlos Julián Román.

El domingo, el culto se trasladó a la Residencia de San Juan de Dios, celebrando con los residentes la misa dedicada a enfermos y mayores, concelebrada por el hermano Luis Valero y Julio de Domingo. Por último, se rezó el tercer día de Triduo en San Pedro, dándose por terminado el culto.

Por otro lado, Montilla acogía el sábado el XXXIV Encuentro de Hermandades de Misericordia, asistiendo el hermano mayor Juan Jesús González Hidalgo y la teniente hermana mayor, Nazaret Díaz Cabello. En ella se anunció que el próximo encuentro en 2024 se realizará en Antequera.

La emotiva oración de Julio Matas Lara
El joven cofrade realizó una oración pura y dura, con sentimiento, pero con base firme de fe. Empezó con versos de Gloria Fuertes: “Cristo, cristal purísimo que no se rompe nunca. Cristo, creo en tu cruz”. Siguió con: ¡Cristo, Dios, hombre y Salvador, creo en ti y en tu infinita Misericordia! Reza el “Canto al amor de Dios” cuando proclama la bondad del Señor con su pueblo: “El Señor es misericordioso y compasivo, el Señor es paciente y todo amor”. “Así lo sentimos, Señor de la Misericordia, todos los que movidos por la devoción, la fe y el amor nos acercamos a los pies de tu Santa Cruz, un signo de muerte que se transforma en un símbolo de vida, en la promesa cierta de que, tras la pena, la desesperanza, el dolor… se esconde una luz que todo lo ilumina y que nos enseña el camino hacia la Resurrección, señal máxima de tu amor por nosotros”.

Ofreció una lección de cómo mirar a la imagen crística y mostrar lo que siente: “Tú, con tus palabras, dejaste todo a un lado. Tus labios llenos de amor y perdón hicieron que todo se olvidara. Perdonaste a todos aquellos que te maltrataron, que te injuriaron y que te condenaron a la muerte que consideraron más infame: una muerte de cruz”.

En este mundo “que hoy se sume en tantos desencuentros, ayúdanos a ser capaces de pedir perdón. Ilumina nuestro corazón y nuestra alma, Señor, para que crezca en nosotros de forma sincera, el perdón, el arrepentimiento que debe brotar de nuestro corazón cuando nos equivocamos y que nos limpia y nos acerca a ti de nuevo”.

Y concluía con unas bellas palabras: “No hay perdón verdadero sin arrepentimiento sincero. A veces cegados por nuestro orgullo, por nuestra soberbia, no somos capaces de ver y reconocer nuestros fallos, nuestras equivocaciones”. “Por eso, siguiendo el ejemplo que Cristo nos da desde ese árbol de vida y muerte que es la Cruz, ¡abramos sin miedo nuestra boca!, ¡dejemos salir de nuestro corazón el perdón!”.

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