sábado 20 abril 2024
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Deje de leer y aproveche estar con los que tiene al lado

Si en la primera parte de la pandemia, de marzo a mayo, el maldito virus se conocía por los medios de comunicación y por el confinamiento; en esta segunda parte está llamando a las puertas de todas las familias. 

 

Ante el desconocimiento, recordamos las preguntas de ¿quién estaba contagiado, en el Hospital o quiénes fueron los once fallecidos oficialmente por COVID-19? Han pasado los meses y el virus ya no es desconocido.

Quizá ya estaba hace un año, pero no se hacían pruebas como ahora; y se le llamaba neumonía o gripe.Hoy, ya sea por el trabajo, los colegios, las familias, no cumplir las medidas preventivas o por lo que no sepamos, creemos que todos tienen ya algún caso que conocen.

Desde el abuelo que se fue antes de tiempo, aquejado ya por tantos achaques. El sanitario que se contagió salvando vidas. El profesor y alumnos que se tuvieron que quedar en casa.

La reunión que pasó de la alegría a la tristeza. O tantas situaciones que siguen pasando, pero ahora se le pone el sello de un virus con nombres y apellidos.Si ha llegado hasta aquí, deje de leer, y le rogamos que aproveche el tiempo de la persona que tiene al lado, su padre, su madre, su marido, su esposa, su pareja, su hijo… la persona con la que convive.

¿Sigue leyendo? Pues compartimos una historia con desenlace fatal, pero con una trama de amor verdadero. En cualquier sitio de España, ahora mismo, se puede estar dando esta situación. Un abuelo de avanzada edad ha dado positivo y lo aislan para no contagiar y para confiar en que ocurra el milagro.

En ese momento, el hijo, la hija, que llevaba semanas sin verlo, decide entrar en la habitación. Pero le advierten: si entras, saldrás con él, no te puedes ir mientras. Y sin pensarlo, se quedó en su dormitorio.No llegó a una semana y se le paró el corazón, la fuerza que derrochó en vida se agotó.

El hijo estuvo con ella como cuando ella estuvo con él cuando nació y creció. No dudó estar en esos últimos días. No le importó si se contagiaba, si empeoraba, no quería dejarla sola.

Falleció, no la pudo ni casi despedir. Se fue. Y él a casa, donde le toca quedarse en su cuarto por si se quedó con el dichoso virus.Si ya sufrió esos días, ahora le toca esperar a que le dejen salir. Menos mal que lo ha hecho sin móvil ni periódicos ni televisión.

Porque vería la poca humanidad que tenemos hoy.No sabemos cuántos más tienen que morir, ni si es lo que buscan los que mandan para pagar menos residencias, menos pensiones, menos sanitarios… Pero la pandemia no solo está atacando a los de la COVID y a los del COVID, sino a cualquier enfermedad. Nos estamos dejando matar.

Entre tanto, el hijo, la hija, al estar en soledad, confía en que haya un país, una comunidad, una organización, que decida, entre todos acabar con esta pesadilla.La pandemia ya no es cosa de números ni de China ni de Madrid. Está ya en todos sitios, en cualquier pueblo, residencia, casa o familia.

Por los que se fueron, por los que pudieron o no estar al lado en su último momento… ¡Es hora de ir a una y vencer esta mundial guerra! Luego, la humanidad, no nos importa que os pongáis medallas y alardeéis en las redes sociales de lo que habéis hecho.

Pero… ¡actuar de una vez! Pensar en ese hijo, esa hija, que pudo o quiso, estar al lado de esa persona que se iba y que se fue y no volverá. Por una vida con esperanza, seguimos creyendo en esta sociedad.

¡Asume tu papel, tu responsabilidad! Es hora de pensar en nosotros, en los que nos rodean, en los que están solos…

 

 
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