El pasado 28, rara fue la ciudad andaluza donde no se celebró el «Día de Andalucía», con actos en los que se habló de «levantar» y hacerla más grande como corresponde a un territorio, primero castellano y luego español, desde el siglo XV, cuando desde la conquista del reino de Granada hasta la división territorial de España de 1833, se culminó con la constitución de Andalucía como comunidad autónoma, tras el referéndum sobre la iniciativa del proceso autonómico de Andalucía de 1980.
La importancia de Andalucía parte de su posición geoestratégica en el sur de Europa, entre ésta y África, así como sus riquezas minerales y agrícolas y su gran extensión superficial, mayor que muchos de los países europeos, que hicieron de Andalucía un foco de atracción de otras civilizaciones ya desde el inicio de la Edad de los Metales. Andalucía se incorporaría plenamente a la civilización occidental con la conquista y romanización de la Bética romana. Ésta tuvo gran importancia económica y política en el Imperio, al que aportó numerosos magistrados y senadores, además de los emperadores Trajano y Adriano. Luego de las invasiones de los vándalos y de los visigodos, la Corona de Castilla fue conquistando paulatinamente los territorios del sur peninsular. En el siglo XVI, es cuando Andalucía centralizó el comercio con el Nuevo Mundo, en que tuvo un papel fundamental en su descubrimiento y colonización. Sin embargo no existió un verdadero desarrollo económico de Andalucía debido a las numerosas empresas de la Corona en Europa. El desgaste social y económico del XVII culminó con la conjura de la nobleza andaluza contra el gobierno del Conde-Duque de Olivares en 1641.
Las reformas borbónicas del siglo XVIII no remediaron que España en general y Andalucía en particular fueran perdiendo peso político y económico en el contexto europeo y mundial. La pérdida de las colonias españolas de Ultramar irá sacando a Andalucía de los circuitos económicos mercantilistas, agravándose durante los siglos siguientes y Andalucía pasó de ser una de las regiones más ricas de España a una de las más pobres a finales del fallido proceso de industrialización en el siglo XIX.
Todo esto se pretendió remediar con su configuración como Comunidad Autonóma dentro de España. Andalucía afrontaba su futuro con el objetivo de salir de la situación de subdesarrollo comparativo con las regiones más ricas de la Unión Europa… que es lo que venimos oyendo desde los años ochenta, sin que por la división de fuerzas, en lugar de la unión que determinó el estatuto Andaluz, lo hayan conseguido, al imponerse los intereses particulares sobre los generales.
El resultado es que Andalucía sigue siendo la región más pobre, la que registra más paro, la que iba a ser «la California europea» y sigue sin dar ese paso unido que lo haría posible. Y mientras, vengan actos y más actos… Por cierto que el de Antequera, soberbio en su sencillez.