lunes 6 mayo 2024
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La importancia de los padrinos en nuestras vidas

Escribimos estas líneas en una semana donde nos van a permitir compartir nuestra experiencia personal. Hemos perdido a nuestro “padrino” de sangre y a nuestra “madrina” de tinta y papel. ¿Y qué tiene que ver con usted, amable lector? Pues entendemos que todo porque seguro que en su hogar, además del padre y la madre, el papel de los tíos, de los padrinos, es esencial.

¿Quién no ha tenido de pequeño a ese padrino con el que jugabas como si él fuera un niño más? Seguramente conseguíamos que pudiera volver a recordar su infancia. ¿Quién no ha tenido una madrina que por circunstancias de la vida no pudo tener hijos y tú eras como su “hijo”?

¿Quién no ha visto en sus padres la alegría de estar en familia con sus hermanos, ya fueran tíos o padrinos? Suponemos que habrá de todo, pero la figura de los padrinos y de las madrinas es digno de  tener en cuenta. Son, ahora que estamos en puertas de Navidad, unas figuras indispensables en cada casa, en cada hogar, en cualquier familia.

Son esa persona que te escucha e intenta comprenderte y ayudarte en lo que necesitas. Piezas importantes en los años complicados de los adolescentes. Personas encargadas de ocupar el sitio de los padres si por cualquier motivo no pueden o no están con nosotros.

En el caso que queríamos compartir, se nos va nuestro padrino de sangre, alguien que no pudo tener hijos, pero que tuvo en su mujer y sobrinos, la ayuda necesaria. Vivió en familia, era el “más grande” de los “más pequeños”. Le encantaba jugar con todos.

Era Pepe Guerrero, como le gustaba que le llamaran. “¿Don José? Se ha equivocado, usted perdone”. Alguien que ha sido muy sentido por esos “sobrinos”  que tuvo en la familia, en las horas de gimnasio, encima de una bicicleta, caminando por El Torcal o en la barra de un bar.

Por otro lado, hemos perdido también a nuestra “madrina” de tinta y papel. A Mari Pepa Muñoz López, a la nieta del fundador de este periódico, a la hija del gran José Muñoz Burgos, a la “madrina” que le hubiera gustado ser directora de estas páginas.

Quizá cuando una persona llega a una edad y ve que el final puede estar cerca, es cuando abre su corazón y comparte lo que piensa y siente. Las personas tendemos a encorsetarnos o mostrar una fortaleza que a veces no es tal cual.

Mari Pepa, tenía lo que se necesitaba para ser una periodista romántica, de las del siglo XIX: sangre de periodistas y escritores, pasión por su tierra, ironía, sarcasmo, crítica y vocación por trabajar, sin importarle las horas.

Nos quedamos con la satisfacción de haber compartido lo que hemos podido con nuestro padrino de sangre y nuestra madrina de tinta y papel. Seguro que cada lector tiene en su vida a estas queridas personas, que tras los padres, son referentes y marcan nuestro día a día, nuestra vida.

Ahora, ya que se van los que nos abrieron el camino, habrá que seguir como padres, sin dejar a un lado la responsabilidad de ser padrino, que hay que despertar como intentaremos ahora más que nunca como hicieron con nosotros.

 
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