Otros años, a la fase temporal que viene tras las fiestas navideñas, se la llamaba «cuesta de enero». Los gastos sin cuento de los días anteriores, determinaban que nos quedara un mes de enero realmente duro, donde nos venían dificultades que aumentaban con la tentación de las «rebajas», siempre oportunas porque venían a remediar las carencias que nos planteaba el invierno apenas estrenado. Pues todo eso se quedará chico este año, ante la necesidad de que el Gobierno ahorre 16.500 millones de euros, como resultado de la crisis que azota al mundo, agravada por los excesos en los gastos efectuados por muchos gobiernos, desde el nacional hasta los locales sin contar con dinero físico que respaldara los gastos, lo que ha determinado los déficit que se acusan en todos sitios y que apremiados por la lógica, y urgidos por la Europa del euro, no hay más remedio que acometer. Y hacerlo, supone lo que ha empezado a hacer el Gobierno: disminuir ministerios, recortar el personal de los que se mantienen, congelar sueldos a los funcionarios y apremiar a todo el mundo oficial, desde los Ministerios a los Ayuntamientos a vigilar los gastos hasta el máximo posible.
Que esto es así, lo comprende todo el mundo; que hay, que hacer esto y nada más, por más que nos duela el bolsillo y la situación nos resulte desagradable, también. Lo malo es que lo van a tener que pagar personas que no tienen ni arte ni parte en los excesos de antes, en los enchufes de antes, donde quiera y al nivel que quiera se produjeran. Así que la cosa está clara. Que si algo de esto se hubiera hecho antes, ahora estaríamos menos agobiados; y que de nada vale quejarse. Confiemos en que estos meses pasen cuanto antes y en que las medidas casi milagrosas que esperábamos del nuevo Gobierno den resultado. Por supuesto que a nadie le habrá gustado tener que adoptar estas medidas, como a nadie le gustará acatarlas, pero no hay otra. Viendo las cosas con perspectivas pasadas, nos cabe el consuelo de que muchos hemos vivido situaciones parecidas de las que logramos salir, arrimando cada cual el hombro, que es lo que hay que hacer. Por fortuna, estas medidas tan duras se acompañan de otras que tratan de suavizar la situación: no pagar el IVA hasta que se cobren las facturas; aligerar los trámites y ayudar las contrataciones que creen empleo, las que ayuden a disminuir las cifras inhumanas del paro, que es el otro problema más que grave que azota al país.
La anterior superabundancia de construcciones de viviendas, amparadas en la facilidad de las entidades bancarias para dar créditos hipotecarios, tiene que situarse en el punto justo, para que anime ese primordial sector. Y luego está lo principal: que echemos paciencia y comprensión, que vayamos todos a una, que es justo lo que no hicieron los cafres del ferrocarril y los aviones, declarando huelgas en los días en que miles y miles de españoles habían escogido sus medios para los viajes propios de las fechas…