sábado 20 abril 2024
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Antonio Podadera Báez: ‘Para recuperar el ocio haría falta gente tan loca como yo’

Antonio Podadera es todo un emblema del sector del ocio y la restauración en nuestra ciudad. Visionario con muchos negocios en los que ha trabajado durante medio siglo de su vida y del que muchos empresarios tendrían que aprender porque como dicen por ahí, la experiencia es un grado.

Manuel Podadera Vegas y Carmen Báez Martín, fundadores del mítico y recordado ‘Manolo Bar’, transmitieron a sus hijos la pasión por la hostelería. Desde los 14 años, Antonio tuvo que comenzar a trabajar con su padre en el bar: “Al principio fue un poco forzado porque aquellos tiempos no eran como estos, eran peores todavía. Mi padre tenía trabajando a dos personas de fuera, los cuales le venían un poco largos a la hora de pagar y entonces no tuvo más remedio que despedirlos y meternos a mi hermano Sebastián y a mí en el bar y empezar a trabajar”. 

“En un principio nosotros no queríamos bar, sino que queríamos seguir estudiando. Pero con el paso del tiempo el mundo de la hostelería me fue enganchando y se creó una cosa dentro de mí que era crear y crear. Mi padre nos enseñó una cosa que era que si veía que fallaba un poco la gente, ya estaba tirando un tabique y ya la gente entraba y la preguntaba qué estaba haciendo, aquello significaba la renovación del negocio. Eso se me ha quedado en la mente y aunque todos mis hermanos han luchado por eso, yo he sido el más innovador y atrevido en las cosas”, añade.

El gusanillo de la hostelería le dio tan fuerte a Antonio que pronto emprendió en montar su propio negocio: “Cuando mi hermano Sebastián se fue a la mili en 1974, me quedé solo con mi padre,  al que convencí para que metiera una máquina de discos a las que le echabas una moneda. A raíz de aquello hubo una lucha continua entre mi padre y yo con aquella máquina, ya que yo le daba volumen y mi padre se lo quitaba. Pero gracias a aquello comenzó a entrar gente joven y empezó a animarse el bar e incluso mi padre vio que si entraba más dinero se tenía que callar y dejar el volumen donde estaba”.

“Ahí es donde empezó un poco a crear en mí esas ganas de ver a la gente disfrutar. Cuando vino mi hermano Sebastián, hablamos con mi padre para hacer una reforma y quedarnos con el bar y pasarle a él una parte como pensión. Y aunque tardó en pensárselo, al final lo hicimos. Mi padre tenía tanto amor a aquello que cuando empezó a hacer la obra lo vi de llorar”, añade el que fuera empresario del ocio en nuestra ciudad.

La reforma del mítico ‘Manolo Bar’ y los inicios de ‘Discoteca Triángulo’ 

Tras convencer a su padre de que una reforma era lo mejor para el bar, los hermanos Podadera se pusieron manos a la obra: “La reforma del Manolo Bar la comenzamos en 1976 con una empresa de Málaga en la que era socio el antequerano Paco Ruiz quien nos animó a que hiciéramos ese cambio. En aquel tiempo aquella reforma era importante, nos presentaron la idea de un salón del Oeste, tipo americano. Mientras se acometían las obras estuvimos en la piscina municipal trabajando. Cuando finalizaron las obras al ver el bar sabíamos que íbamos a triunfar con él y así fue”.

Antonio estuvo trabajando con su hermano hasta 1983, ya que fue entonces cuando el visionario Podadera quería cambiar de aires y crear algo que se convertiría con el tiempo en uno de los lugares de ocio más importantes de nuestra ciudad en la década de los 80: “En ese tiempo existía ya la Discoteca Rockefella, pero la gente quería algo más porque se quedaba algo pequeña y la música no era tan actual como la que se llevaba en ese tiempo. Fue entonces que, ayudados también por las peticiones de la gente, decidimos montar una discoteca. Buscamos un socio capitalista que fue el ingeniero técnico de sonido José Gómez López. Hablamos con él y ahí comenzamos a crear la Discoteca Triángulo que se llamó así por mis dos hermanos y yo. La cifra de inversión fue de unos 40 millones de pesetas que a los cuatro o cinco años ya estaban pagados, aquello fue un negocio rentable, aunque también surgieron temas como en todas las cosas”. 

El hijo de Manolo Podadera recuerda con cariño aquellos años en los que la gente disfrutaba a lo grande de un ambiente nunca visto hasta entonces en nuestra ciudad. Muchas son las historias que pasaron durante 8 años en los que la discoteca permaneció abierta (1983-1991), aunque Antonio prefiere recordar sobre todo “el agradecimiento de la gente por el servicio que dábamos gracias al equipo de personas que había trabajando allí”.      

Fiestas, música en directo, concursos… la diversión en Discoteca Triángulo no tenía fin: “Todas nuestras actividades tenían éxito. Sobre todo los maratones de música en vivo, eran muy buenos porque venían grupos de fuera como La Guardia que estuvo allí cuando estaban empezando en la música y que quedaron segundos porque los primeros quedaron una banda de rhythm blues con integrantes del grupo Los García que eran muy buenos. Las fiestas de Carnaval  también fueron importantes donde la gente iba disfrazada, hicimos muchos concursos: de cerveza, corbatas, el ‘Tornillo Erótico’… fiestas que se me ocurrían a mí, ya que creo que las letras del banco que tenía detrás me empujaban a hacer fiestas de cualquier tipo. Dábamos muchos premios, llegamos a dar hasta un coche, recuerdo que era un Renault  5, estuvimos dando tickets para el sorteo durante 8 meses para que coincidiera con la apertura de Discoteca Kiwi, que también llevé la gerencia y de la que también guardo gran recuerdo sobre todo por sus fiestas de la espuma,  y hacer allí el sorteo ante notario del coche”.

“Las Nocheviejas también eran importantes para nosotros, ya que nos preocupábamos porque todo saliera bien. Poníamos de todo: caldito caliente, chocolate… como se hace ahora en todos lados… quizá creamos esa escuela”, añade Podadera Báez.    

Ocho años dieron para mucho en Discoteca Triángulo, sobre todo anécdotas. Antonio recuerda alguna: “Me acuerdo que nos pasó más de una vez que había gente que se quedaba dormida dentro de la discoteca y nos lo encontrábamos al día siguiente; o quedarse dormidos dentro de un altavoz… También historias que hubo que negarle la entrada a cierta gente que alteraban el orden público en la discoteca, tuvimos que meter hasta guardias de seguridad…”.

 

 

Para el ocio veraniego de nuestra ciudad hubo un antes y un después con la creación de Disco Verano Kiwi, ubicada al final del Camino de Fuentemora y donde los antequeranos disfrutaron de increíbles fiestas, buen ambiente y una música sensacional. Aunque en 1984, antes de llamarse Kiwi, el nombre de Terraza Barbacoa “La Tahea”, fue el escogido por Antonio: “Queríamos hacer algo más tranquilo con música de fondo y una buena barbacoa, pero aquello no era muy rentable, entonces decidimos cambiar al año siguiente… En 1985 pensamos en hacer una discoteca y yo me saqué de la manga el nombre de ‘Kiwi’ por la bebida aquella que estaba muy de moda en aquel entonces y hicimos el anagrama que era el de la fruta del kiwi”.

2.500 metros de discoteca con dos plantas y un tobogán, con un aforo de 2.000 personas, eran los atractivos de ‘Kiwi’: “Estuvimos 5 años en Kiwi. Era una de las primeras discotecas de verano de Andalucía donde hacíamos los veranos temáticos. Un verano la cabina era un barco y los camareros vestidos de marineros. Al año siguiente hicimos una de coches donde la cabina era la cabeza de un camión…”.   

“Lo importante de aquello era la ‘Fiesta de la Espuma’ que la tuvimos que repetir varias veces porque la gente flipaba. Teníamos allí una piscina donde la gente después de la fiesta de la espuma se tiraba… y yo rezando porque no pasara nada, aunque pusimos cuatro guardias de seguridad, uno en cada esquina, para controlar el tema. Al día siguiente aparecían allí, zapatos, carteras… de todo. El agua sucia había que cambiarla… (ríe). Fue un negocio muy bonito y con muy pocos problemas”, añade. 

‘Disco Verano Kiwi’ duró en total tres años y dos más de prórroga, donde Antonio recuerda: “El primer contrato que se hizo fue de tres años con un pago de 800.000 pesetas cada temporada, pero como aquello cada año iba a más, los dueños vieron allí un chollo y entonces quisieron explotarlo ellos y nos subieron el alquiler de 800.000 a 3 millones de pesetas la temporada. Pero nosotros decidimos afrontarlo y estuvimos dos años más hasta 1990”. 

Los inviernos también se convirtieron en algo especial con la apertura en 1987 del ‘Pub Telephon’: “El Telephon fue mítico en Antequera en calle Diego Ponce… Este pub se hizo con la inversión de Triángulo. Antes, en el mismo lugar, había un pub que se llamaba ‘Chapú’, le pagamos el traspaso y lo montamos. Recuerdo que las puertas eran como las de las cabinas de los teléfonos londinenses y dentro había como decorado una avioneta estrellándose sobre un pilar… Era muy original, con música de blues… Al principio estuvieron dos chavales trabajando: Arcos y Juan Jesús, pero luego entró mi hermano Manolo y él se hizo cargo mientras yo estaba en Triángulo… Todo fue bien hasta que declararon la casa en ruinas y hubo que marcharse porque al dueño le interesaba más hacer locales o algo y nos indemnizó con un millón de pesetas… El pub fue de los mejores, el ambiente era muy selecto”, explica Antonio.

Y tras el ‘Telephon’ de invierno, llegó el de verano en la terraza de la piscina municipal: “Nos dieron la terraza de la piscina municipal,  a cambio de un dinero que pagamos por una parcela en el Romeral donde queríamos hacer un aquapark que se iba a llamar ‘Dolmen Park’ en un espacio de 25.000 metros cuadrados donde teníamos previsto poner una discoteca de verano y otra de invierno, pero al final no se hizo”, señala. 

 

 

 

El paso por ‘Discoteca Caracho’ y la creación  del ‘Etcétera’ y  ‘La Gua Gua’ 

Después del cierre de Triángulo en 1991, Antonio Podadera se unió durante un año al resto de socios de la Discoteca Caracho: “Yo comencé en Caracho cuando se inauguró el techo convertible de la discoteca en una Nochevieja. Lo recuerdo especialmente porque hubo una amenaza de bomba que obligó a desalojar a todo el mundo de la discoteca. Entró la policía, registró y tras ello volvió a entrar la gente y siguió la fiesta”, explica.

Tras ese tiempo a Antonio le hicieron una oferta para trabajar como jefe de sala en Lucena donde permaneció durante dos años en el Mesón Restaurante Monte de Aras y en la pizzería La Góndola. Tras ello, volvió a Antequera y trabajó durante un tiempo con Jesús López en el Restaurante La Espuela ubicado entonces en la Plaza de Toros. 

Con una experiencia a sus espaldas, Podadera decidió montar algo diferente en el centro de Antequera en 1994, cuando se vivía un gran ambiente de ocio en nuestra ciudad: “El ‘Etcétera’ fue un pub que monté de manera equivocada, ya que la idea que tenía en un principio era con música de los años 60 y aquello no cuajaba mucho porque había más gente joven que de otra edad. Poco a poco le fui cambiando el estilo, metiendo música más actual que hizo que fuera un éxito, el local siempre estaba lleno… Y eso nos dio problemas. Vinieron del Ayuntamiento personalmente a hablar conmigo para que insonorizara aquello, pero yo no me vi con fuerzas y decidí cambiar y montar una cafetería en el mismo local y de ahí nació ‘La Gua Gua’ en 1999… En aquel entonces combinaba el negocio del ‘Etcétera’ con la gestión del ‘Maruja Limón’ en calle Calzada”. 

“Con La Gua Gua estuve hasta el 2002. Este negocio era totalmente distinto ambientado en estilo colombiano, llevaba sus asientos como los autobuses que se ven allí, sus maletas… esta idea era de un local que vi en Madrid. Abríamos a las 12 del mediodía hasta las 12 de la noche y los viernes y sábados hasta un poco más tarde”, añade.  

La hostelería como modo de jubilación en su última etapa profesional

En estos últimos años la hostelería llamaba cada vez más la atención de Antonio y por eso decidió embarcarse en el conocido Restaurante Las Rejas: “En Lucena conocí al cocinero Marcos Leopoldo Gómez con el que estuve poco más de un año y con el que tuvimos un ambiente selecto con gran aceptación”, asegura Antonio. 

En 2003 Podadera volvió a Lucena por la apertura de un nuevo negocio, un pub llamado ‘La Abadía’ donde estuvo como jefe de sala durante dos años. En 2005 vuelve a Antequera y decidió regentar el ‘Café Bar El Centro’ en el que permaneció durante 10 años hasta el 2015. En aquellos años, a Antonio también le surgió la idea junto al empresario Jacinto Astorga, conocido por llevar la gerencia de locales como ‘La Manzana de Adán’ en Lucena, de crear una nueva discoteca en Antequera como fue ‘Antequera 10’: “Queríamos hacer una discoteca como había antes en Antequera para gente de mediana edad. Tenía tres salas con un ambiente distinto en cada una. Estuvo un año, menos el verano que se cerró”.

El contrato que tenía en ‘Café Bar El Centro’ eran por otros 10 años y Antonio no quiso renovarlo. Es por esto que en su última etapa antes de la jubilación: “Traspasé la cafetería, ya que eran 64 años lo que tenía y el último año de trabajo lo pasé en una cafetería que hay en calle Lucena llamada ‘Monda’. Desde entonces llevo tres años disfrutando de mi jubilación”.

El ocio en la ciudad de Antequera en la actualidad y sus carencias

Los tiempos han cambiado y con ellos sus generaciones y la manera de disfrutar del ocio en Antequera, pero si una cosa queda intacta es las ganas de pasarlo bien de la gente. Antonio tiene una visión muy particular de ello: “El ambiente que había antes es irrepetible. Hoy en día existen algunos sitios donde se ve que han sabido hacerlo, como ‘El Cortijo’, donde hay un buen ambiente en los veranos. Se debería de hacer algo parecido para inviernos. Yo pondría un pub tipo inglés donde se pudiera disfrutar de música tranquila en vivo y en Antequera hay locales para hacerlo. Ahora tenemos a los amigos de Cambayá o pubs como Los 80, Refugio o Stadium”. 

En relación a lo que haría falta en nuestra ciudad para que el ocio recuperara el esplendor de aquellos años, Antonio apunta: “Para recuperar el ocio de entonces en Antequera haría falta gente tan loca como yo y con ganas de hacer las cosas bien hechas, porque ahora no hay gente que se atreva a invertir, les tienen mucho miedo. Sé que es más difícil que antes, pero se puede conseguir”.

Un empresario valiente, visionario y de sobra conocedor del ocio de Antequera que ha invertido  50 años de vida en hacer disfrutar a los demás. Quizá con el tiempo volvamos a poder vivir un ocio por lo menos parecido a los de aquellas décadas que muy al pesar de muchos ya no volverá jamás. 

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