sábado 27 abril 2024
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Rafael del Pino: ‘Es fácil coger un ataúd y meterlo en el nicho, pero sentir el dolor de la familia…’

Rafael del Pino Mateo es uno de los cuatro trabajadores del Cementerio Municipal de Antequera que comparte su día a día en el campo santo, ante esta semana del 1 y 2 de noviembre y con la particularidad de las medidas COVID-19 en los entierros y despedidas desde marzo.

Hay momentos en nuestras vidas que no se olvidan. ¿Quién no recuerda a su maestro de niño, su pediatra, al tendero de la tienda del barrio? ¿Ese amigo de la infancia, el vecino del bloque, la persona que siempre nos paraba a preguntar por nuestra familia? Luego pasan los años, te haces mayor y a todos esos recuerdos se unen el matrón, la médica, el cura, la funcionaria, el comerciante, el familiar que marcó tu vida. En estos días que recordamos de una manera especial a nuestros seres queridos, seguro que recordamos el rostro del enfermero que nos ayudaba a estar cerca de él, el médico que nos adelantó la mala noticia, el cuidador del lugar de despedida, las palabras del sacerdote, el abrazo de quien se llegó al velatorio o de la persona que mimó su último momento, antes de que su féretro se fuera de nuestra mirada. Una de esas personas para muchos antequeranos es Rafael del Pino Mateo, trabajador municipal de nuestro Cementerio. 

Quedamos días atrás, para entrevistarle en este año tan especial por la pandemia, recordando cómo empezó en esta labor, cómo están evolucionando las visitas a los cementerios y cómo se vivió el estado de alerta por COVID-19 que obligó cerrar el campo santo para las visitas diarias, dejándolo tan sólo para los entierros. ¡Qué de emociones guardará su corazón en esos duros instantes de la despedida y más en estos meses de la pandemia! Conversamos en el modelo de entrevista “A dos metros de la cámara”, donde César Ruz graba las imágenes, nosotros le preguntamos, para luego darle forma en un documento para la historia de cómo es el día a día de uno de los encargados del Cementerio.

Antequera durante todo el año tiene presente a sus seres queridos que pierden en sus vidas y sus restos descansan en el Cementerio Municipal de Antequera, lugar que en los reportajes de Agustín Flores hemos visto su historia a través de los últimos siglos. Nos llama la atención que el nombre técnico de su trabajo es el de “portitor”, aunque todos lo conocemos como sepulturero o enterrador. Pero así es como viene en su categoría profesional y contrato, término que no viene registrado en el diccionario de la RAE (ni en el etimológico de Corominas, el ideológico de Casares, el de uso de María Moliner y el andaluz, como nos responde el catedrático Juan Benítez al que consultamos), aunque se emplea quizá por su relación con la palabra latina que designa a Caronte y que corresponde a la palabra griega Portmeón. ¿Merecerá la pena que la RAE estudie la posibilidad de introducir esta palabra, dado que se usa mucho en los contratos y en ofertas de empleo público aún hoy en el siglo XXI? 

Tras un paréntesis del término, volvamos a la entrevista. Muchas veces no queremos hablar de la muerte, pero más cómodo se está cuando los que trabajáis en el Cementerio son como uno más de la familia. Sabemos y conocemos que después de vernos en los malos momentos, que sea gente conocida, querida y de la ciudad… “Son malos momentos en nuestro oficio. El saber que tienes que dar sepultura a una persona amiga, conocida… es duro”. Lo de ser “portitor” comenzó cuando: “Mis primeros pasos en el tema de funerarias y difuntos viene de un trabajo que tuve en Santa Lucía durante dos años. Ahí fue donde me formé porque había mucho trabajo. Hoy en día ha cambiado la cosa… En aquel entonces te avisaba la Guardia Civil, tenías que recoger a un difunto porque había habido un accidente, una persona que se había quitado la vida, otra que se la habían encontrado muerta… Eso es lo que me hizo a mí ‘hacer estómago’. Vi unas posibilidades de entrar aquí, mandé mi curriculum y me escogieron. Estuve unos meses de prueba y al final me hizo fijo el señor alcalde Ricardo Millán Gómez”.

 

 

Lo complejo que es trabajar en un cementerio: hay que servir y mantener las distancias

¿Se acuerda de la fecha en la que empezó a formar parte del Cementerio?: “Junio de 2004 fue cuando entré tras dos años previos en este mundo”. En este trabajo hay que servir y tener vocación… “Ahora se dan las circunstancias que se jubila nuestro compañero Pepe con sus 65 años. Es por esto, que habrá una posibilidad de contratar a una persona para que sigamos siendo cuatro. No sé exactamente si esto se va a llevar a cabo o no, pero a lo mejor por la situación laboral que hay, porque hay mucha gente en paro, por desgracia se haga. Esto no es una cosa que tú puedas decir: ‘Necesito un enterrador o un portitor, como queramos llamarle’. Porque pueden llegar 20 personas diciendo que sí, pero luego cuando hay que verlo en realidad es cuando hay que hacer trabajos aquí… Opino que esto no lo gusta a nadie, pero sí hay que saber desarrollar el trabajo de forma que tú no lo expongas al que está fuera con el dolor del familiar del difunto… Aquí hay que tener mucha mano izquierda…”.

¿Cómo logró adaptarse a este trabajo y qué recomienda para esa persona que entre nueva y empiece a trabajar aquí? “Lo primero es que se tome las cosas con calma. Esto no es como el trabajo de un albañil de hacer un tabique. Esto requiere lo suyo, estar asentado, creo que personas de 20 a 25 años lo ven prematuro para ocupar un cargo de estos. Esto no necesita universidad ni nada, pero sí el tener muchas ‘asauras’, como se dice, porque aquí te encuentras con cosas… Es muy fácil coger un ataúd y meterlo en el nicho, pero sentir el dolor de la familia que está al lado… Tú te tienes que encerrar un poco en tu mundo y en lo que estás haciendo sin ponerte nervioso… No es ético que te pongas nervioso y se te caiga algo, yo gasto mucho cuidado a la hora de hacerlo y los compañeros también. Somos personas que llevamos tiempo aquí y tenemos bastante experiencia”.

Recuerdo los primeros reportajes que hicimos salvando esa barrera del miedo que se puede tener al cementerio en el que se decía que había que tener miedo de los vivos, no de los muertos que descansan aquí. “Ésa es una coletilla que te repiten mucho la gente. A la hora de cerrar la puerta te lo dicen cada dos por tres… Al que hay que tener miedo es al que está fuera, aquí dentro por desgracia los que hay no te hacen nada”.

¿Alguna vez ha sentido miedo cuando se han quedado solos y se escucha un ruido o ya están ustedes acostumbrados? “No; a veces por circunstancias del trabajo te tienes que quedar aquí un poco de más tiempo o tienes que hacer alguna cosa concreta, pero no. Yo le digo a mucha gente que aquí para estar solo lo único que hay que tener es la conciencia tranquila. Ésa es la base de poderte quedar en el cementerio y andar como si estuvieras por la calle Estepa”.

Aunque suponemos que cuando no está en el momento del enterramiento, suponemos que alguna vez que otra esa lágrima por el dolor la tiene que soltar porque hay circunstancias, personas que conozca, edades… “Sí. Ha habido muchas personas queridas (se emociona y dejemos unos segundos en silencio). Son personas que la hemos visto saliendo de novios y por las circunstancias te ha tocado darle sepultura”. 

Hace años llamaba la atención cuando morían niños con meses, pocos años… Ahora lo que produce esa alteración es que pasa a muchos jóvenes. No sabemos por lo que será, si el estilo de vida, lo que comemos… pero cuando uno da una vuelta por el cementerio y ve las edades ¿Está muriendo la gente demasiado joven? “Demasiado joven porque hoy cuando hablamos de 70 años es todavía una persona joven y no sé las circunstancias cuáles serán. Será por las enfermedades que tenemos. Hay personas a las que le ataca la enfermedad del cáncer y según un dicho que hay, que no sé si será verdad, dice que mientras más joven es una persona el cáncer le ataca más fuerte y se van antes”.

Siempre nos preguntamos en los últimos años que cada vez la tendencia de enterramiento e incineración van variando. Hace 20 años hablar de incineración en Antequera parecía un pecado. “Cuando entré aquí hace 18 años las incineraciones eran mínimas. Se hacían entierros en fosas, panteones, nichos… pero incineraciones habrían un 5 por ciento. Ahora en Antequera estaremos, calculo, que de cada diez, seis o siete son incinerados, es decir, un 60 o 70 por ciento”.

Muchas veces se pregunta por el dolor del momento. Suponemos que tienen que haber situaciones como el momento de despedirse y de querer tocar el féretro antes de que lo metan en el nicho o panteón. ¿Son quizá los momentos más duros de la persona?: “Lo son porque ahí es donde se despiden los familiares del difunto. Es una manera de decirle adiós hasta que ya nos veamos en otro mundo”. 

Luego vienen las visitas después de ese día del entierro ¿Cuánto tardan en cruzar la puerta de nuevo? Sabemos que hay personas asiduas de casi a diario por otro lado. “Hay personas que son de venir al cementerio y otros que no las ves asiduamente y las ves en la época de los Santos o cuando era el día del padre o la madre, hermanos. Pero hay de todo. Las causas del fallecimiento hace mucho. Luego se da el caso de algunas personas y familias que desde el momento en el que fallece su ser querido viene casi a diario, cada semana, cada 10 ó 15 días, 2, 3 o 6 meses”.

Cuando paseamos por estas calles en silencio, percibimos que hay quien viene como a hablarles, creyendo en que les siguen escuchando aunque no les respondan. “Yo veo a gente delante de la lápida o panteón y es como si tuvieran una conversación con la persona fallecida”.

 

 

 

Lo complejo que fue el estado de alerta y los entierros de personas con COVID-19

De un día para otro estamos con nuestros problemas habituales y viene esta pandemia. Ustedes en el Cementerio ¿cómo recibieron el inicio del cambio radical en los enterramientos? “La verdad es que no teníamos ni idea. Nos enteramos como todos, a través de las redes sociales, telediarios, periódicos… porque es una cosa tan grande lo que está sucediendo que era imposible que no te informaras. Esto no sé a qué situación nos va a llevar”.

Una cosa son los datos oficiales, pero también ha habido que lamentar la muerte por enfermos paliativos, de corazón, ictus… otras enfermedades. “Hoy venía escuchando a Carlos Herrera y decía que por culpa del Covid hay personas con cáncer de mama, infartos… que están un poco abandonados porque llegaban hace unos meses a los hospitales y si no eras enfermo de Covid le daban un poco de lado”.

Cuando el confinamiento las medidas fueron muy estrictas en las defunciones. Nos llamó la atención que podía morir una persona y a las dos horas ya podía estar enterrada o incinerada. Tuvo que ser muy duro. “Sí, tremendo. Los familiares no se despedían de sus difuntos, a lo mejor no era el caso de Antequera, pero en las grandes capitales ha habido personas que le han comunicado por teléfono a las familias que había fallecido y no lo han podido ver y directamente la funeraria se lo llevó para incinerarlo. Eso fue muy duro vivirlo”.

Si no recuerdo mal hubo 5 o 6 entierros durante el estado de alerta y el confinamiento. En esos momentos, ¿os llamaban y os decían que era otra muerte por Covid-19?: “Ha habido de todo. En los casos de Covid que hemos tenido en Antequera, unas veces nos han avisado de la funeraria con el protocolo que había que realizar para que lo tuviéramos en cuenta y  otras veces  hemos visto el certificado de defunción que nos trae la funeraria y ahí, aunque no te lo pusieran claro, cuando veíamos insuficiencia respiratoria bilateral sabíamos que era de Covid. Ya preveíamos que había que hacer el protocolo del Covid y gastar el máximo cuidado posible para evitar el riesgo a la hora de coger el féretro. Y cuando ha sido incinerada la persona no ha habido problema porque ya viene en su urna y la hemos depositado en el nicho o panteón donde la familia indicaba”.   

En el caso de Covid son las medidas previas que la funeraria tenía que aislarlo, sellarlo y el féretro llegaba aquí normal, era por dentro donde se tomaban las medidas. Suponemos que os avisaban de no intentar abrirlo si os lo pedía la familia antes de enterrarlo. “Sí. Eso ha estado totalmente prohibido desde el mes de marzo hasta creo que hoy en día, ya que en las últimas que hemos hecho evitamos de abrir los féretros. Hay personas que quieren poner restos de su familiar dentro de la caja con el difunto, pero debido al estado en el que estábamos no podíamos hacerlo”.

Tiene que ser duro decirles a las familias que solo podían entrar cuatro o cinco personas que creo que era lo que se permitía durante el estado de alerta sanitaria. “Aquí se han dado casos que ha habido más gente de las que marcaba el protocolo. Otros se han comportado debidamente con 6 ó 7 personas, pero en otros ha habido 15 ó 20. Nosotros somos sepultureros y no somos nadie para decirle a la gente que eso no podía ser así. En ese caso eso quien lo tenía que haber previsto en los entierros hubiera sido la Policía Local. Tenía que haber habido un policía en un momento dado, si la cosa se masificaba de gente, controlar y dejar pasar a la familia más íntima”.

Responde impotente como tantas profesiones que no sabían qué hacer y pensaban en una autoridad, que a veces también les pilló que no sabían cómo actuar. Fue muy drástico el tema de los entierros. ¿Ha sido lo más duro hasta ahora lo de los entierros y lo de las muertes por Covid?: “Ha sido duro en todos sitios”.

Queremos terminar con esperanza esta entrevista, que bastantes noticias malas estamos teniendo. Díganos el lado bueno del cementerio, cosas que den ilusión, ánimos… “El lado bueno es que aquí muchas personas crean vínculos de amistad que te recuerdan para siempre. Porque en las circunstancias en las que nos hemos conocido… teníamos cierta amistad de vernos en Antequera porque aquí nos conocemos todos. Se crea un vínculo donde mucha gente te recuerda, aunque sea en esas circunstancias tan malas. Aquí de lo que se trata es de poder ayudar a muchas personas en lo que se pueda”.

Hoy nos quejamos que las calles están vacías, pero pasear por aquí, con todos los respetos, es ver a tantas generaciones, amigos… recorrer el cementerio otro día que no sea el de los Santos es como recordar a esas generaciones que tanto han luchado por la ciudad. “La verdad es que yo recomendaría a muchas personas que se den una vuelta por el cementerio de vez en cuando y piensen, recapaciten y se acuerden de sus familiares no sólo el Día de los Santos, porque ellos están aquí para siempre, y cualquier día es bueno para venir a visitarlos”.

Navidad, Nochebuena, fin de año es otra época en la que la gente suele venir… “Las festividades más grandes como el día del padre o la madre, los santos de cada uno… hay muchas onomásticas de difuntos que vienen y les recuerdan con un ramo de flores. Eso es lo primordial, acordarse de ellos”.

Aquí termina nuestra entrevista para conocer el lado más humano, más personal, de uno de los cuatro operarios del Cementerio de Antequera, uno de los cuatro “portitores”, sepultureros, enterradores, como quieran llamarles. Nosotros nos quedamos con ser como los “San Pedro” de la tierra que abren las puertas de la tierra para empezar en la otra vida. 

Agradecemos a Rafael del Pino que haya querido compartir estas palabras con motivo del Día de los Santos. Estamos, seguros que algunos de los que hayan leído estas páginas habrán tenido un momento con Rafael o con alguno de sus compañeros y cuando recordamos a ese ser querido que ya no está físicamente con nosotros, ellos al menos les ayudaron para que se despidieran lo mejor posible y descansaran en paz en el campo santo de Antequera. 

Las personas no mueren físicamente cuando pierden la vida, sino cuando las olvidamos y una manera de no olvidarlos es venir aquí y tenerlos en cuenta. Leer los nombres de tantas personas que marcaron la historia de la ciudad, que fueron referentes en sus familias, en nuestras vidas, es pasear por la vida a través de la muerte. ¡No los olvidemos y tengámosles presentes siempre, de generación en generación como ellos hicieron!

 

 

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