jueves 25 abril 2024
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Chinola o fruta de la pasión

Amplias son las acepciones, que nos dice la RAE, acerca de la palabra, pasión. Yo me voy a ceñir aquí a, la inclinación o preferencia muy vivas de alguien a otra persona, o, al apetito de algo o afición vehemente a ello. Mi pasión por la fruta, habría de remontarme, quizá, a mi niñez y a las escasas posibilidades que por aquel entonces tenía para poder comerlas. Tampoco se consideraban un alimento de primera necesidad, ni mucho menos se prodigaban en el comercio alimentario, tal y como hoy las encontramos. Verdad es también que hoy con grandes comercios del ramo, facilidad de transporte y una gran mejora en la economía de toda la sociedad, tomar fruta está al alcance prácticamente, de todos. Con todo ello, he de confesar que la fruta en general, es hoy, una parte importante de mi alimentación.

Fruta de la pasión, maracuyá, parcha, parchita, pasionaria… son distintos nombres con que se conoce la chinola (República Dominicana) en la América latina y el caribe. Y aquí la pasión la tomaremos como la inclinación o preferencia de alguien hacia otra persona.

Mucha tinta empleada en describir la pasión. ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?, comedia española dirigida por Manuel Gómez Pereira, estrenada en 1993, con Verónica Forqué, Sardá, Colomo, Jorge Sanz… va desde el argumento del sexo al de amor, dos cosas diferentes. Y pos supuesto, anterior a todo ello ha de estar la pasión. Este es el otro concepto en relación a esa fogosidad, que nos despierta en la mente el deseo, con unos toques de erotismo, el juntarnos “culoteralmente” y del cual desarrollaré mi particular visión. 

¿Comiendo chinola, aumentamos nuestra pasión? Seguro que sí. Y comiendo cualquier tipo de fruta, también. Con una buena y equilibrada dieta, mejor aún. Organizando nuestra vida, dejando espacio libre de tareas y quehaceres domésticos para el encuentro con la persona, con nosotros, con nuestra voluptuosidad, si. Con tiempo adecuado para el descanso, de, no menos de 7, 8 horas diarias, igualmente muy necesario.

Manteniendo a ser posible un buen estado de salud, con ejercicio físico acorde a nuestras cotidianas tareas, evitando el estrés, con todo ello sumaremos las mejores condiciones para aumentar nuestra “pasión”. Pero el verdadero apasionamiento, el que nos va a mantener en vigilia, en altas horas de la noche, hasta vernos satisfechos, hasta sentirnos ahítos de su alimento, reparados con sus beneficios, saciados con sus propiedades, esta pasión… se genera, en nuestra mente, en nuestro pensamiento. Y el verdadero alimento para ella, es, la libertad de acciones que a cada momento se nos amontonan, agolpan, en nuestro incansable cerebro, en nuestra conciencia. 

Nuestro razonamiento y sentido común, lo tenemos continuamente ocupado en resolver, los cotidianos problemas que a diario se nos presentan y que nos acucian con su resolución. Para que se genere pasión en nuestra conciencia, el cerebro necesita de un tiempo de recreo, de relajación. Y la libertad de acciones en nuestra mente ha de ser absoluta, abierta, desbocadas las ideas, como niño que le abren las puertas al patio del recreo. Sólo la realidad habrá de poner límites a las recreaciones, diligencias, retozos y juegos. La cordura y los dictámenes posteriores los habremos de encauzar en dos preceptos básicos, la salud propia del individuo, y la salud y o, decisiones de las personas que configuren, comparezcan o puedan verse afectadas por nuestros fallos. Empatía, sinceridad y respeto, tienen que ser la base, los apoyos, y la cimentación de toda relación entre personas.

Dice el paleontólogo, Juan Luis Arsuaga, que uno de los motivos por los que envejecemos está, en la perdida del deseo.

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