La gente llena con incesante ruido las calles de Roma. Hoy más que otros días, mañana también. Acontecimientos que se han unido elaborando un puzzle gigantesco de colorido, sonidos, voces. Todo tiene que encajar en un orden imperfecto. Año de Jubileo, peregrinos, turistas, romanos, carabinieri, guardia suiza, nos acercamos a La ciudad del Vaticano. Capilla Sixtina. Cónclave, historia, sede vacante.
Viajé a Roma con un grupo de amigas la primera vez que estuve en la Ciudad Eterna. Turistas normales que queríamos ver en cuatro días todo lo que Roma pudiera ofrecernos. ¡Qué insensatas, cuatro días! Recuerdo que yo llevaba una agenda con actividades sugeridas para todas, entre las cuales incluíamos ligar con los italianos. En realidad mis ideas pasaban por conocer la capilla Sixtina. No pudo ser. Se estaba eligiendo un papa. A cambio de no poder visitarla, fuimos testigos involuntarios del acontecimiento. Uno de aquellos días, se hablaba concretamente, de que aquella tarde calurosa de agosto, saldría elegido el papa. Nos dirigimos a la Plaza de San Pedro. La gente se fue agolpando a nuestro alrededor. Llegaba la hora de la esperada fumata, la veíamos a lo lejos, tan pequeña. Los espacios vaticanos inmensos. Silencio informativo. Nada de filtraciones, tal vez algunos bulos o cuchicheos. Testigo fui de la fumata blanca en la plaza de San Pedro. Una alegría desbordante cuando se anunció el nombre del nuevo papa Juan Pablo I, sí exacto el pontífice de los 33 días, sí el que escribió Illustríssimi cuando era cardenal, un libro en que se recogen las cartas que escribió, a personajes históricos y ficticios entre los que se encontraba Pinocho. Muy curioso.
Personas que no se volverían a ver se abrazaban y cantaban con un entusiasmo extraordinario. Era de noche cuando Juan Pablo I salió al balcón a saludar a todos los fieles, creyentes o no que abarrotábamos la plaza diseñada por Bernini. Habíamos esperado horas bajo un sol de justicia, pero mereció la pena. Cuando llegamos al hotel anoté en el cuaderno de viaje lo que recordaba con emoción intensa. Hoy, mañana… de nuevo a esperar fumata blanca.