viernes 17 mayo 2024
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Domingo 26 de enero: III Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo A)

Poco a poco Jesús de Nazaret se nos está “haciendo mayor”. Hace pocos días estábamos celebrando su nacimiento, momento en el que se hace hombre para que nosotros podamos estar más cerca de Dios. Celebramos también muy recientemente su bautismo, y hoy nos encontramos con un Jesús que ya está preparando “Su programa” para llevar la noticia del evangelio a todos los rincones del mundo.Poco a poco Jesús de Nazaret se nos está “haciendo mayor”. Hace pocos días estábamos celebrando su nacimiento, momento en el que se hace hombre para que nosotros podamos estar más cerca de Dios.

Celebramos también muy recientemente su bautismo, y hoy nos encontramos con un Jesús que ya está preparando “Su programa” para llevar la noticia del evangelio a todos los rincones del mundo.El evangelio de hoy narra el inicio de la predicación de Jesús en Galilea. Deja Nazaret, una aldea de montaña, y se establece en Cafarnaúm. Estos dos lugares tan diferentes uno del otro, nos llevan a pensar que el mensaje de Jesús será universal. Jesús nos da en el evangelio de hoy una lección de “prudencia”, perfectamente compatible con la audacia y la valentía. En efecto, Él que no teme proclamar la verdad decide retirarse, al conocer que tal como ya habían hecho con Juan Bautista, sus enemigos quieren matarlo a Él: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte». Si a quien pasó haciendo el bien, sus detractores intentaron dañarle, no te extrañe que también tú sufras persecuciones, como nos anunció el Señor. «Cuando oyó que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea». 

Sería imprudente desafiar los peligros sin un motivo proporcionado. Solamente en la oración discernimos cuándo el silencio o inactividad –dejar pasar el tiempo– son síntomas de sabiduría, o de cobardía y falta de fortaleza. La paciencia, ciencia de la paz, ayuda a decidir con serenidad en los momentos difíciles, si no perdemos la visión sobrenatural. «Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo». Ni las amenazas, ni el miedo al qué dirán o las posibles críticas pueden retraernos de hacer el bien. Quienes estamos llamados a ser sal y luz, operadores del bien y de la verdad, no podemos ceder ante el chantaje de la amenaza, que tantas veces no pasará de ser un peligro hipotético o meramente verbal. Decididos, audaces, sin buscar excusas para retrasar la acción apostólica para “después”. Dicen que «el “después” es el adverbio de los vencidos». Por eso, el cristiano debe tener «una receta eficaz para tu espíritu apostólico: planes concretos, no de sábado a sábado, sino de hoy a mañana». Cumplir la voluntad de Dios, ser justos en cualquier ambiente, y seguir el dictamen de la conciencia bien formada exige una fortaleza que hemos de pedir para todos, porque el peligro de la cobardía es grande. También celebramos esta semana los cristianos la Jornada de la Infancia Misionera, pidamos a nuestra Madre del Cielo que nos ayude a cumplir siempre y en todo la voluntad de Dios, imitando su fortaleza.

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