Desde el mar surgió el AZUL de Rosa Regás. Era un azul intenso que navegaba entre EL SENTIDO COMÚN Y EL DESVARÍO. La LUNA LUNERA con su altanera visualización del mundo y sin haber pasado UNA LARGA ADOLESCENCIA que despertaba VOLCANES DORMIDOS, aquellos que cierran la puerta a las esperanza y descubren que la imaginación insiste en la convergencia atípica de amigos que no se conocen pero comparten el trabajo cotidiano de vivir.
Un VIENTO ARMADO rodea cual sagaz depredador a un POBRE CORAZÓN que late al son que le tocan sin tomarse el pulso ni una sola vez creyendo que así las taquicardias no existen. Tenía Rosa UN COMPROMISO CON LA VIDA, aborrecía LA TIRANÍA DEL DINERO. Cinco hijos en medio de palabras libros, cultura y cabellera rojiza. SANGRE DE MI SANGRE decía Rosa, LA AVENTURA DE LOS HIJOS. Llegan, te cambian la vida y luego, un buen día se marchan a la universidad a otras vidas en medio del humo imaginado de los trenes o los claxon molestos de los coches. Claro que pasan los años.
Disfrutaba Rosa escribiendo un DIARIO DE UNA ABUELA DE VERANO contando los minutos, las horas, los días, anotando con mano firme e inteligencia preclara, EL PASO DEL TIEMPO en cada arruga de su piel, en los centímetros que hacían que sus nietos crecieran y se hicieran irremisiblemente adultos. Tanto que dejaban atrás aquellos recuerdos de bicicletas o de sombrillas que se abrían entre castillos de arena.
EL COMPROMISO DE LA VIDA hacía que mirase los paisajes desde los estrechos jardines asilvestrados de las afueras de Barcelona y luego como si de un relámpago llegado DESDE EL MAR surgió LA CANCIÓN DE DOROTEA, porque en la vida, cada uno ha de cantar su propia canción. SOMBRAS NADA MÁS o viajes A LA LUZ DE CHAM, a lo olores penetrantes de los zocos, caminar viendo. MÚSICA DE CÁMARA por los escalones gastados del cielo. Adiós Rosa, que tu mar te cobije.
