Con el aceite de oliva a casi 10 euros el litro, la gasolina cerca del euro con ochenta y los huevos un 30 por ciento más caros que hace un año, la principal preocupación de los medios de comunicación españoles se centra en dar, con pelos y señales, todos los detalles de las andanzas del presidente que ha ocupado el cargo, hasta la fecha, en la Real Federación Española de Fútbol.
Nuestro deporte rey, el juego de pelota que nos hizo ser los mejores del mundo en 2010, y las mejores del orbe hace escasas fechas, nos ha puesto por delante el “modus operandi” de sus dos últimos máximos mandatarios, y da la casualidad de que a los dos los tuvieron que echar.
El fútbol español tiene la suerte de estar ante la mayor oportunidad de cambiar radicalmente las formas de operar que se han seguido, en los últimos años, en sus distintas federaciones territoriales. Esto será lo único que se le tenga que agradecer al ínclito protagonista de los telediarios de las últimas semanas, cuando las cámaras y los redactores terminaban de dar las últimas noticias venidas de Tailandia.
Una organización arbitral independiente y totalmente profesional, donde lleguen a las grandes categorías los mejores y las mejores, sin prebendas y sin tener en cuenta la territorialidad. Una RFEF transparente, si quiere seguir recibiendo euros del erario, y si se le permite seguir siendo privada, se le debe cortar el grifo de lo público a la voz de ya, y esos dineros que se lleva el fútbol, que sirvan para paliar las excesivas subidas de los productos de primera necesidad, que al final el fútbol, nos va a salir por un pico. ¡Gracias, siempre!
