“La adversidad hace que algunas personas se rompan; otras rompen sus límites”. (W. Arthur Ward).
Imponentes montañas, lagos cristalinos, densos bosques aterciopelados, y playas doradas por los dioses que las habitan. Escocia te deja sin aliento, recorrer los valles de las Lowlands rodeados de las montañas de las Highland es respirar hondo y saber que esa belleza existe.
Este hombre, Andy Murray nació en medio de estos espectaculares paisajes, tal vez de aquí saque su energía de guerrero. El hombre cogió su raqueta y apostó todo a su armadura de metal, una prótesis en la cadera que tras dos cirugías parecía funcionar. Podría decir que estábamos en shock tras ver ganar a Murray. Había estado luchando en la pista durante 5 horas y 45 minutos. Eran las 4:5 de la madrugada en la capital de Victoria, Australia. El partido más largo de su cinco sets en la segunda ronda. Este tiempo solo lo superó Rafael Nadal frente a Novak Djokovic en la final del 2012.
El tenista de Dublanae, sí, el lugar y el sitio donde ocurrió aquella matanza de niños entre los que se encontraba Murray y su hermano corría el año 1966, Murray sólo tenía 8 años, su primera batalla contra el destino, quince de sus compañeros y la profesora murieron, otros tantos acabaron malheridos ellos, su hermano y él, salieron ilesos. Parecía que Andy había bebido de la fuente de la eterna juventud. Ahora a sus 35 años es el tenista en la era OPEN que más veces ha remontado un 0-2 adverso en sets con un total de 11 ocasiones.
No sentía dolor, ese dolor intenso que hace dos años le hizo anunciar su retirada. Hubo un médico que sentenció “ya no podrás jugar más al tenis”. Llevaba más heridas en su cuerpo, apenas había dormido y las ampollas de sus pies lo martirizaban, ya ven, los héroes tienen su talón de Aquiles y el valor de los fuertes.