Son de colores o negras, que es otro color aunque le hagan creer lo contrario. Las hay de rayas, étnicas, marineras, pero a mí lo que me atrae es el contenido de las mismas. En este cambio de mes las mochilas vienen llenas de amigos, de regalos de cumpleaños, de rebajas veraniegas de películas esperadas…
En fin, entre todos los asuntos que estas mochilas traen y llevan alrededor del mundo, también las hay las que viene cargadas de desesperanza, riesgos, viajes cancelados, y de declaraciones o grabaciones inesperadas, pero no menos sorprendentes. No sé qué color ponerle a la mochila que encontré estos días pues estaba llena de un inmundo color a chantaje.
Pues sí, el marido de Ana Rosa Quintana, Juan Muñoz, metido en un fregado de padre y señor mío. En este asunto registrado por la policía había una mano más negra si cabe, la del comisario Villarejo, que a mi entender sabía más de los tejemanejes de algunos españoles y parte del extranjero, que nuestro gobierno fuera el que fuera. A Juan Muñoz, el marido, se le atribuyen, no yo claro, la policía, delitos de revelación de secretos y extorsión.
¿A qué suena feo? Pues sí, yo siempre he dado bastantes puntos a Ana Rosa, la veo como una buena profesional y comunica de una manera convincente independientemente de lo que diga. No sé si ella dirá a continuación que no sabía nada de lo que estaba ocurriendo. Que no sabía que su marido Juan Muñoz, padre de sus hijos, había pagado un chantaje al comisario Villarejo que era muy amigo del primer marido de la presentadora y que se da muuuuchos golpes de pecho cuando dice que él es español y leal, a no sé quién o qué, Alfonso Rojo periodista y padre de su primer hijo.
Liadillos veo los matrimonios de Ana Rosa Quintana. En otro orden de cosas me voy al cine. “Fallout” me espera.
