Cuando yo vi por primera vez GATTACA, me llamó la atención la selección genética que hacían de los niños concebidos in vitro. Estoy hablando de una película de ciencia ficción del año 1997, considerada hoy como una película de culto, en la que una Uma Thurman era ella. Ahora con las estéticas de diversas índoles ya no es ella.
Pero a lo que voy. Lo que a mí me conquistó de este film, no fue tanto su visión de futuro, de hecho no me gusta la ciencia ficción, como la lucha del chico que nace de manera natural, está mal del corazón y le pronostican unos 30 años de vida. Como es prácticamente un muerto, un inútil, lo someten a trabajos indignos, mientras que su hermano ha nacido para la gloria.
Evidentemente, amén de que es una buena historia, yo me quedé con la escena de los dos hermanos nadando hacia un islote. Competían, y siempre, siempre, ganaba el disminuido (Ethan Hawke), el considerado escoria. Hasta que, en uno de retos de chiquillos, el hermano sano se queda asombrado, el ganador debería ser siempre él. A eso estaba destinado. Entonces, mientras recobran la respiración agarrados al islote, el hermano enfermo le dice: “Tu nadas pensando en la vuelta, de nuevo hasta la orilla, yo sólo pienso en la ida, no guardo nada para la vuelta, no sé si voy a volver, así que gasto todas mis fuerzas en la ida”. Esto se adaptó perfectamente a mi modo de ver al vida. Hoy es hoy, el mañana, ¡yo que sé!!
Desde entonces es una de mis películas preferidas por la razón de ser de esa lucha contra viento y marea por la vida, palabra, ciertamente, de amplio espectro.
Ahora tengo que decir, que respeto todo estilo de vida, mientras no interfieran en la mía y que por hablar de cine, me voy a ver Noé. Me sumergiré en aguas profundas de la mano del Génesis y de Russel Crowe, faltaría más, en tierras de Mesopotamia.
