viernes 3 mayo 2024
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Misericordia, el Cristo de la Capilla de Ánimas de la iglesia de San Pedro, al empezar Cuaresma

Otro año más, la Cuaresma nos invita a mirar al Crucificado. Una mirada que nace del interior del ser humano y poco a poco bajo el resplandor de una vela, envuelta entre incienso y oraciones, se va clavando en un costado llagado. Costado, del cual manó sangre y agua para perdonar todos los pecados del género humano. Un costado lleno de Misericordia al cual os invito contemplar.

Es irresistible pasar por San Pedro, ver la puerta abierta y no entrar. Gran  tentación al admirar su grandeza y belleza, mirar sus columnas centenarias y sus altares tan dignos y majestuosos. Pero hay una capilla, donde las almas elevan sus manos a un Cristo crucificado. Almas, que esperan ser salvadas, como la tuya y la mía.
En esa capilla, la mirada se eleva hacia un Cristo cuya tez casi morena, va entrando despacio en el interior del alma y del corazón del que lo venera. Un Cristo que no habla, pero en su rostro se refleja la paz, la muerte serena, el descanso, la dulzura, la fe en el Padre, la  misericordia, la espera del Sábado Gloria. Un rostro que revela la identidad de un Dios Uno y Trino. La seguridad de que la muerte no tiene la última palabra. La certeza que la fe se hace esperanza en los momentos más difíciles. 
 
Éste es el verdadero sentido de la Cuaresma, descubrir el amor que Dios nos tiene. Un amor que se entrega en cada momento. Un amor incondicional. Un amor que desea ser abrazado. Invito a que inicies esta Cuaresma pasando por San Pedro. ¡Mira el rostro de Jesús. Contempla sus ojos cerrados, la suavidad de sus labios queriéndote decir lo que tanto necesitas! ¡Fíjate en la dulzura de su semblante, la muerte ya no es muerte sino vida, misericordia y salvación para tu alma! 
 
Al igual que la pecadora arrepentida, acércate a sus pies, bésalos con reverencia y colócale bajo su cruz aquella gracia que tanto necesitas. Esa gracia que será envuelta con la misericordia de Dios. Comienza a creer que para Dios no hay nada imposible, que si nos ponemos en sus manos él podrá transformar nuestras vidas convirtiendo nuestro corazón semejante al suyo. Un corazón grande para amar, rico para perdonar aquellas heridas que nos hacen tropezar en el día a día. Un corazón lleno de ternura, que al igual que el de Jesús estará atento a las necesidades de nuestros hermanos los más necesitados. Un corazón misericordioso  que nos inclinará a la compasión de los más débiles y desprotegidos. 
 
Es necesario pasar por San Pedro. Mirar a Dios crucificado, sentir el frío del calvario, y dejar una pequeña oración pronunciada por tus labios. Recuerda que tienes cuarenta días, para mirar a la cruz, seis semanas para que Dios transforme tu corazón, seis viernes para contemplar una pasión hecha camino, la vía dolorosa por donde Jesús continua sufriendo. No te quedes indiferente ante la cruz, ten misericordia por Aquél que la tuvo primero contigo.
 
Preocúpate en buscar momentos para orar, encontrar la paz, pedir perdón y en convertir tu corazón en Misericordia para con Dios y la humanidad.
 
padre trinitario MANUEL GARCÍA LÓPEZ
 
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