En un mundo cada vez más acelerado hay momentos que frenas en seco, como ocurrió el pasado viernes 25 al enterarnos del fallecimiento de la joven Marita Veredas Valencia, quien nos contagió con su sonrisa y disposición de ayudar en todos los ámbitos que vivía, con la docencia, familia y amigos como ejes de su día a día.
La fotografía con la que la recordamos en este artículo, muestra su vitalidad, su sonrisa que contagiaba a todos los que tenía a su lado. Su familia la recuerda como “la mejor hija, la mejor hermana, la mejor cuñada, la mejor tita del mundo mundial. Te queremos con el alma y en el alma nadie muere”. Sobran las palabras de añadir algo más.
Su colegio, el de Nuestra Señora del Carmen, comunicaba la triste noticia de la que fue su maestra de Educación Infantil. Allí llegó tras pasar por guarderías, centros de diversidad funcional, CASIAC, el Hospital de Antequera o la Escuela de Magisterio donde dejó su huella con labores desempeñadas con gran pasión.
Llegaba a todos ellos tras su formación: licenciada en Psicología y Criminología, diplomada en Magisterio por Educación Primaria y Educación Infantil, Máster en Logopedia, experta en Lenguaje de signos y auxiliar de clínica. Ésa era su formación, pero en lo que más destacó es el su ejemplo de vida, de estar siempre con su familia, con sus padres, siendo bastón de su madre en su último aliento, con sus sobrinos y los niños de amigos y de los sitios por donde pasaba.
Su adiós nos hace apuntar otra de esas preguntas que haremos el día que podamos preguntar al Señor el porqué de estas pérdidas tan tempranas. Que su espíritu de superación, su sonrisa, sea como el Rocío de la mañana en este Mayor Dolor que padece su familia.
