sábado 23 noviembre 2024
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“Amistades” y amigos

Afortunadamente, yo nunca he tenido “amistades”. He contado, en cambio, con buenísimos, pocos, amigos. ¿Qué son, para mucha gente, las “amistades”?
Todos lo sabemos: personas, generalmente adineradas, que gozan de poder e influencia, a cuya sombra se cobijan –a costa de la adulación más vergonzosa– para obtener pingües beneficios. 
 
Las “amistades” ayudan a escalar puestos, a dar más rentabilidad al dinero, a enchufar a los hijos… y, en suma, a quitar asperezas a las dificultades de cada día: Una cosa, sin duda, muy práctica, y conveniente…, para el que se preste a ello. No, desde luego, para mí.  
En mi ya larga existencia, tengo, al menos, la alegría –y hasta el orgullo– de no haber dado jamás la coba a nadie ni un sólo segundo.  
Así le ha ido en la vida, diría, con irónica expresión, mezcla de burla y desprecio, algún enemigo –de los que se han pasado la vida difamándome y criticando todos mis actos– al oír tal afirmación.
 
Pero, ¡qué me importa, a estas alturas, su estúpido criterio…! La verdad es que, desde que yo era muy joven, alguna gente me ha dado la tabarra con el nauseabundo tema de las “amistades”. 
 
Tú cuentas con pocas “amistades” –solían insinuarme, con bastante mala uva y mucho retintín–.  En cambio, Fulano o Zutano las tienen por docenas… 
Yo, entonces, –quizá, debido a mis pocos años– optaba por callar, pero me producía naúseas tal conversación. 
 
Y, mucho antes, desde que tuve uso de razón, –si es que lo he tenido alguna vez– ya me repateaban las dichosas “amistades”.
A los amigos del alma, a los que serían capaces de dar la vida por mí, –igual que yo por ellos– los sé escuchar, respetar y cuidar. 
En cambio, a las “amistades” puedo llegar a darles una patada, allí donde la espalda pierde su honesto nombre, cada vez que haga falta.
En múltiples ocasiones, para colmo, esas anheladas “amistades”  salen “ranas”: Después de tanta adulación, de ir tras ellos como perrillos falderos, todo ha sido inútil. Porque, cada vez con más frecuencia, después, se descubre que algunos de sus componentes son sólo ladrones: sí, estafadores… de altos vuelos; lo que, todavía, es peor. 
 
Aunque, al final, –cosas de la vida– suelen quedar impunes.Harto hasta la saciedad de que alguna gente se pase la vida presumiendo de “amistades”, lo proclamo a plena voz, sin tapujos ni eufemismos, con la franqueza y el derecho que me otorga el haber cumplido un montón de años: las “amistades” me dan un profundo asco.
 
JOAQUÍN VERGARA PALOMINO
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