Se había empeñado en decir que no es no. Se había obsesionado en preguntar a Rajoy qué parte del no, no llegaba a entender; pero lo que nadie había explicado a Pedro Sánchez, era que su negativa tenía un límite. ¡Y bien que le ha llegado! Pocos lo hubieran imaginado, y menos aún los de la vieja guardia como González, Guerra, o el mismísimo califa de Andalucía: Manuel Chaves. Pero ha ocurrido. El espectáculo del pasado 1 de octubre en la calle Ferraz ya forma parte de la Historia de España, de los Anales de un partido político que se había convertido en la Transición; en una pieza clave para el buen gobierno de España.
Lo peor no ha sido el epílogo que nos ha dejado el PSOE, sino todo el prólogo y los numerosos capítulos que venía escribiendo desde hace más de cinco años. Sánchez, ha sido la gota que ha colmado el vaso, pero el agua que se le había venido echando estaba siendo veneno. Las hemerotecas no dejan lugar a dudas. Con Zapatero, falto de sentido de Estado y con una ineptitud integral –pese a quien le pese–, se iniciaron las cesiones estatutarias que han generado la incontrolable situación de Cataluña y la pérdida de liderazgo que todo buen político debe tener. Con Rubalcaba, el PSOE no era capaz de llegar a las clases más desfavorecidas y generó un espacio natural que pronto cubrieron los populismos que enarbolaban la sanidad para todos y las escuelas públicas.
Con ese escenario la irrupción de Podemos en Europa daba un golpe muy duro al PSOE que abandonaba a su suerte un terreno abonado fácilmente por profesores noveles. Reclutado en la facultad un ejército de nuevos políticos, convirtieron la calle en su mejor escenario para la guerra. El Comité Federal del PSOE para desbancar a Pedro Sánchez, que se había ganado la confianza de la militancia (dice él) de palmeros y gentes sin conocimiento, deja escenarios para un profundo análisis. Pero lo más preocupante es que ha mostrado a un partido que no sólo no está preparado para gobernar, sino que carece de seriedad para hacer oposición. Desde Sevilla, dice la baronesa Susana Díaz, toca coser un partido que se ha roto. Tal vez tengan que explicarle que es coser, pero desde luego conoce a la perfección el verbo manipular y situar. Lo hizo con Sánchez para tirarlo a la cara de Madina. Ahora juega con Javier Fernández para, mientras tanto, fortalecerse en un momento donde suenan tambores de guerra.