Ante la imposibilidad de leer estas palabras en el funeral de mi padre, opto por publicarlas en estas páginas de «El Sol de Antequera» para que así las conozcan más gente.
El pasado Domingo de Ramos, mi padre, don Francisco Morente Caniego, Curro para sus familiares y amigos, fue enterrado lejos de su querida Antequera, junto a su amada Trini y su llorado nieto, que le estaban esperando con los brazos abiertos. Sus restos aún están allí, su alma en el cielo y aquí.
Falleció como su Trini del alma, mientras dormía. Muerte dulce, premio para hombres buenos. Finalizó así una vida que, desde su juventud, le llevó a muchos lugares de España, entregado a una vocación que fue la de servir a su Patria de forma ejemplar, generosa y total. Se alejó de Antequera y de los suyos para crear, con tan sólo 20 años, su propia familia, su mejor obra en la tierra. Yo formo parte de ella, lo digo con orgullo, agradecimiento y sin reservas. En su horizonte, siempre Antequera. Su Antequera, los suyos, su gente.
Durante sus últimos años de vida, cuando ya no pudo peregrinar anualmente para alumbrar al Cristo, nuestro Señor de la Salud y de las Aguas, mantuvo dos vínculos de unión con su tierra: una conversación telefónica semanal con su hermana, mi querida tita Meli, y la lectura de El Sol de Antequera.
Mi padre fue un hombre de bien, con señorío de cuna, digno hijo de mis abuelos y fiel esposo durante 72 años. Para él, su Trini, lo fue todo. Presumía de la familia que ambos habían creado.
Me ilusiona pensar que la noche en que se durmió, para ya no despertar, lo hizo murmurando estos versos sublimes de José María Pemán, uno de sus autores preferidos, al Cristo de la Buena Muerte:
Señor, aunque no merezco que tú escuches mi quejido, por la muerte que has sufrido, escucha lo que te ofrezco y escucha lo que te pido.
A ofrecerte, Señor, vengo mi ser, mi vida, mi amor, mi alegría, mi dolor, cuanto puedo y cuanto tengo, cuanto me has dado, señor.
Y a cambio de este alma llena de amor que vengo a ofrecerte, dame una vida serena y una muerte santa y buena… ¡Cristo de la Buena Muerte!
Curro se fue. Aquí está su hijo, en la iglesia en la que fue bautizado hace sesenta y cinco años. Aquí estamos sus hijos para decirles: que Dios les bendiga por haber participado de esta Misa de funeral, celebrada en su memoria. Mil gracias de todo corazón.
PEDRO MORENTE SÁNCHEZ