Desde hace ya algunos días, se van relajando las medidas del estado de alarma, lo cual nos va proporcionando más formas de interactuar entre nosotros. Una de las primeras cosas que hicimos fue desempolvar la ropa deportiva y echarnos a la calle a correr como locos. Yo incluso me preguntaba cuál era la razón por la que este país no triunfa en los grandes eventos deportivos con la ingente cantidad de aficionados que tenemos, pero parece que desde que han abierto los bares, nuestras promesas del atletismo han sido abducidas por alguna fuerza mayor.
En esta, como en otras situaciones de crisis anteriores, sale a la luz la dependencia que tenemos en nuestro sistema económico del turismo de ocio y de sol y playa. Y nuevamente se oyen voces que quieren cambiar esta realidad. Pero me temo que nuevamente serán acalladas por un sistema que siempre busca los beneficios a corto plazo y nunca se plantea mirar al futuro con los ojos de la ciencia y la cultura. Desde que vamos ascendiendo en las distintas fases, se va facilitando el acceso a cada vez más actividades por parte de la población.
Pero llevo días preguntándome una cosa: ¿Podremos cambiar el paradigma de país si sigue siendo más fácil acceder a un negocio de ocio que a una biblioteca? La respuesta, bajo mi punto de vista, es bastante clara. Mientras sigamos así será más fácil vivir del turismo y del ocio que de la cultura y la ciencia. Podemos entrar a los bares, pero los centros de enseñanza siguen cerrados. Podemos comer con amigos en la calle, pero tenemos que pedir cita para acceder a la biblioteca.
No. Así no. Cuando salgamos de la crisis económica que más que avecinarse es ya una realidad, seguiremos dependiendo de cuestiones externas para mejorar nuestras cifras económicas, seguiremos con grandes investigadores trabajando con becas ridículas o lo que es peor; teniéndose que ir a otros países para que se les reconozcan sus méritos y puedan trabajar en sus proyectos.
Seguiremos sin desarrollar empresas tecnológicas e innovadoras que puedan favorecer la creación de un empleo digno para todos aquellos que se forman en nuestras universidades, las cuales, por cierto, siguen cerradas. Y… ¡por favor. No olvidéis lavaros manos!