Viene más de medio mes posado sobre los hombros de octubre y veo pasar la vida como se ve pasar un amor cientos de veces recordado. Trae el cielo nubes de esperanza que hartarán de agua los campos de Dios y ya empiezo a ver tu final en las honduras del tiempo. No es el final que muchos esperábamos, ése que tanto anhelamos los demócratas como yo.
Rompías tus silencios con el sonido de los tiros y la amenaza de la muerte y eso está ahí y no se olvida tan fácilmente y es que el chantaje y las pistolas no llevan a ningún sitio. Escuché a un señor político decir eso de que, ese comunicado llega tarde y que si hubiera sido antes muchos hubieran sobrevivido a la sinrazón de las armas. ¡A buenas horas mangas verdes!
Muchos pagaron el impuesto revolucionario con su vida, otros tuvieron que dejar su tierra, sus familias, sus hogares para poder seguir medio viviendo una vida que tú cortabas como el que corta la carne sin importarle lo que vendrá después. Enarbolabas una bandera que representaba la sinrazón de no sé qué estado de independencia, sabiendo que esa bandera la cubrías con la sangre de los inocentes, unos inocentes que el único delito que cometieron es defender los valores de la igualdad, la prosperidad y los derechos humanos, los mismos que yo defiendo cada día que me levanto por la mañana.
No te voy a dar la enhorabuena porque no mereces nada más que una vida condenada a vagar por esas cárceles donde los miserables se consumen por sus delitos. No te debemos nada, ni nos has regalado nada, ni muchísimo menos sacaremos en procesión ningún santo de tu devoción. Para mí, todos tus santos están muertos.
La violencia sólo engendra violencia y tú bien que te has encargado de recordárnosla a menudo con tus acciones carentes de sentido, mermando la calidad de vida de muchas personas que hoy, gracias a Dios, son un poco más libres. Sólo me falta la reflexión, o mejor dicho, sólo me queda la reflexión y las preguntas. Preguntas que tú deberás de contestar a tantos que desollabas como el que malgasta el tiempo quemando una carne en las brasas de la muerte. Tendrás que contestar, porque apretabas el gatillo contra aquéllos que no compartían tus ideales, tendrás que contestar a miles de personas, porque tuvieron que abandonar todo lo que amaban huyendo de los tiros que tú regalabas con tu terror asesino, tendrás que contestar a tantos que perdieron a su padre, a su hermana, a su madre, a su hermano, en definitiva, a su familia tan sólo por el mero hecho de creer en la democracia y no en el abismo del terrorismo.
Contigo no se negocia amiga, lo de amiga es un decir. A ti se te vence y se te aniquila como se aniquila del cuerpo humano un cáncer que lleva a la muerte lo sano. Hoy quizá muchos se despierten con la noticia de un mundo mejor, más libre que ha vencido a la peor lacra de la humanidad. ¿Es el fin? Ojalá así sea, y disfrutaremos viendo tu caída, regocijándonos observando tranquilamente cómo se quema la leña de tú árbol caído, el mismo que otros políticos, por decirles algo, alimentaban con el agua del separatismo y el fanatismo descontrolado.
JOSÉ PEDRO ALARCÓN GONZÁLEZ