Este fin de semana pasado se celebró una nueva edición del “Antequera Light Fest” para conmemorar el hito que consiguió Antequera con la declaración del Sitio de los Dólmenes como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO aquel maravilloso 15 de julio de 2016.
En esta edición se han añadido nuevos enclaves y edificios, engalanados de forma extraordinaria para la celebración de tan distinguida conmemoración. Uno de estos edificios fue el templo del Dulce Nombre de Jesús y María Santísima de la Paz, conocido vulgarmente como de Santo Domingo. Para tal ocasión, se adornaron con una iluminación consistente en 1.500 velas que dotaron al majestuoso templo de una óptica diferente a la que podemos observarlo con normalidad.
Esta elección supone una nueva celebración para un año plagado de conmemoraciones en la Archicofradía del Dulce Nombre de Jesús y Nuestra Señora de la Paz Coronada, tras un comienzo de año marcado por el inicio de la celebración del Sesquicentenario del cambio de su nomenclatura hacia su actual denominación. De esta forma, este soberbio templo que, tras su sobria y elegante fachada, conserva un interior espectacular donde destaca su retablo principal, la armadura mudéjar de la nave central junto a la propia capilla del Dulce Nombre de Jesús.
Sin olvidar, la bóveda de media naranja que corona la capilla mayor, de extraordinaria belleza por su exuberante decoración.En cuanto al retablo mayor, ya obra del siglo XVIII, que contiene la hornacina donde se sitúa la imagen de Nuestra Señora de la Paz Coronada obra de Miguel Márquez de 1815, de indescriptible belleza rompiendo los cánones establecidos en la ciudad hasta el momento, dotándola de una originalidad y ternura en su mirada únicas.
La evolución de este templo en el tiempo se caracteriza por las múltiples transformaciones que ha sufrido debido a una historia bastante azarosa desde la llegada de la Orden Dominica a la ciudad en 1586, sufriendo varias ampliaciones, los destrozos propios de la ocupación francesa que dejaron al edificio en un considerable estado de deterioro que se acentuaría con la posterior exclaustración de los dominicos debido a la desamortización producido en 1835. El edificio que hoy observamos es fruto de un esfuerzo que se ha mantenido generación a generación, especialmente, desde la actuación de Francisco de Paula Pareja Obregón y Rojas Narváez que, junto al insigne Francisco Romero Robledo, consiguieron la cesión del edificio por parte de la Reina Isabel II a la Archicofradía el 28 de febrero de 1866, logrando de esta forma rescatarlo del estado de deterioro que ya se observaba a finales del siglo XIX.
Tras una constante actividad de cofrades que se ha mantenido en el tiempo, hoy en día, podemos disfrutar su singularidad, contemplando su belleza, así como los elementos estéticos que lo caracterizan. Y ahora su participación en el “Antequera Light Fest” nos brinda la oportunidad de descubrir este espacio desde una óptica distinta, que evoca a tiempos anteriores, similares a cómo pudieron observarlo nuestros antecesores.
Esta nueva y acertada forma de engalanar acentúa la enorme singularidad de los edificios que contiene Antequera, mostrándolos de una forma diferente a cómo podemos contemplarlos habitualmente. Pero ante todo sirve para mostrar a la ciudad y poner de relieve su extraordinaria historia y cómo pervive en la actualidad gracias a una acertada gestión. De nuevo, un acierto este tipo de celebraciones para mostrar la grandeza de Antequera en todos sus sentidos.