Desde hace 55 años, una familia hace pasar el mejor viaje de nuestra vida en los “cacharritos” de la feria. Es el Tren de la Bruja donde “sólo ver la cara de felicidad de los chavales al intentar quitarnos la escoba, merece la pena seguir en este trabajo”, nos expone Abundio Carrasquilla, actual responsable de la atracción.
Son autónomos, románticos de los que mantienen las ferias. La mayoría son sucesores de sus padres y abuelos de los que heredaron el trabajo. Una vida itinerante, corta, porque las ferias van de abril a octubre, y de las que más les azotó la pandemia al carecer de ayuda por no haber empezado su temporada anual.
Cuando esta semana vuelvan a montarse en el tren de la bruja, detrás de los vagones y de ese viaje que fusiona la alegría de los más pequeños y sus acompañantes adultos “hay recuerdos de muchos de ellos que te recuerdan porque ellos vinieron con sus padres y ahora lo hacen con sus hijos”, nos apunta Abundio José Carrasquilla Pérez (Lucena, 20 de julio de 1974).
Con 48 años “ya no puedo subirme y hacer las peripecias que hacen los chavales que tengo trabajando conmigo, pero si no fuera porque pesan los años, yo seguiría haciéndolo”. Verles escondidos para sorprender al salir del túnel y sin darte cuenta, te esperan dentro de ese pasaje increíble que comparte esa magia que tienen.
Él ha continuado con el negocio de su padre, está casado y tiene dos hijos, de 8 y 15 años “que cuando es verano o los fines de semana en época de colegio, vienen a estar con nosotros”.
Es empresario feriante que “es como nos llamamos”, pero el resto del año “tenemos que buscarnos otra labor, yo soy encofrador, oficial de primera, porque si no, no podríamos vivir y piensa que durante todo el año hay que mantener el material de las ferias”.
Su mujer y él son autónomos y suelen tener entre uno y cuatro trabajadores dependiendo de la fecha. “Tenemos dos trenes de la bruja y recorremos casi toda la provincia de Córdoba, y parte de Málaga, Sevilla y Granada. Por aquí, además de Antequera, vamos a Villanueva del Trabuco, Archidona, Benajarafe…”.
Un trabajo de sol a sol
Tras la primera noche de trabajo, al amanecer, descansan y desde mediodía preparan el nuevo día, limpiando, engrasando, preparando los globos y las escobas. “Sobre las 6 de la tarde ya estamos casi listos, esperando que vengan los primeros viajeros. Ahí comienza nuestra aventura donde todos quieren pillar la escoba. ¡Qué ilusión tienen al intentar poder cogerla! Con lo poco que cuesta… pero es como la vida, con un gesto, ¡lo feliz que puedes ser!”.
Abundio recuerda los inicios de su familia: “Eran los Pinto, mi bisabuelo por parte de mi madre, que venían a Antequera con las Delicias, unas norias pequeñas. Cuando mi padre se casó, se pegó al negocio de la familia de mi madre, que era la feriante. Mi abuelo, Antonio Pérez Muñoz, preparó el primer tren de la bruja, luego lo cogió mi padre, Abundio Carrasquilla Pineda, y ahora yo. Hace ya unos 55 años desde que comenzamos y aquí seguimos”.
Sobre la escoba, se las preparan entre una empresa de Sevilla y otra de Alicante, con la “sensación que todo el mundo quiere cogerla aunque luego no le hagan caso en casa. Les dan aprecio a algo que consiguen por su cuenta”.
Prefiere olvidar estos dos años, donde su gremio no pudo tener ayudas porque les pilló fuera del calendario de ferias, por lo que no pudieron recibir ayudas, “pero aquí seguimos, somos autónomos y feriantes y aguantamos todo lo que nos echen”.
Entre 2.000 y 3.000 euros les suele costar venir a la feria, entre licencia de ocupación, luz y mantenimiento de la atracción, que sigue sus revisiones periódicas. Todo para estar del miércoles 17 al lunes 22 a repartir esa ilusión truncada durante estos dos años tan complicados para todos, entre ellos los feriantes de los “cacharritos”.
