viernes 22 noviembre 2024

Hablar fino

Cuando yo era niño –¡cuánto ha llovido desde entonces, a pesar de “las pertinaces”!–, era muy frecuente oír, cuando se mencionaba a algún antequerano que volvía a nuestra Ciudad después de un tiempo de ausencia. 

  -Fulano ha venido “hablando fino”. 

  Solían aludir con esta expresión, de claro matiz peyorativo, a gentes que se marchaban a tierras situadas de Despeñaperros para arriba, y, al regresar, intentaban imitar la pronunciación del lugar donde habían vivido, sin conseguirlo. Quedaban muy mal, porque se les notaba a la legua que aquel lenguaje era ficticio… y ridículo. Era un “quiero y no puedo” insoportable.

 Pues bien, cuando creíamos que tan absurda costumbre estaba más que superada, actualmente, ha surgido una avalancha de andaluces que intentan hacer lo mismo: “Hablar fino”: 

    Los individuos en cuestión, sueltan unas “eses”  finales totalmente postizas… y falsas. Lo hacen, sobre todo, cuando quieren resaltar una palabra, con la clara intención de darle más énfasis. El resto de las “eses” se les suelen olvidar, al no estar acostumbrados a pronunciarlas. El resultado es deplorable.

  Y si a esta “finura” la acompañan los circunloquios, es mucho peor. (Por ejemplo, si un “fino” de éstos va a visitar a un enfermo, en vez de preguntarle: -¿Estás mejor?-, es capaz de decirle: -¿Te encuentras plenamente convencido de que tu salud, tanto física como anímicamente, va entrando de lleno en una esperanzadora etapa, en la que se pueden observar evidentes indicios de tu mejoría? 

   Con lo que el enfermo se pone mucho peor. O, incluso, se echa a morir) ¿No se dan cuenta de la naturalidad con que siempre hablaron José Antonio Muñoz Rojas, José María Pemán, Antonio García Barbeito, Julio Marvizón… y tantos otros andaluces de pro?

  Deberían meditarlo seriamente aquellos que pretenden pronunciar como si fueran oriundos de Castilla-León sin estar acostumbrados, –así como los partidarios de los rodeos de palabras– antes de seguir dándonos la lata con tanta finura ficticia, las “eses” añadidas, y esa cursilería… gravemente peligrosa. (Como decían, antiguamente, de las películas clasificadas “grana”, o sea, las prohibidas por la censura. 

 A propósito, ¿no debería existir, incluso en estos tiempos, -tan pretendidamente democráticos- una férrea censura para los que, siendo andaluces de pura cepa, están empeñados a toda costa en “hablar fino”?) 

JOAQUÍN  VERGARA PALOMINO

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