Va ser éste un arranque de curso difícil en todos los aspectos. La vorágine política del verano ha mostrado que los políticos en España carecen de empatía y su actividad en el Congreso es cada día más cuestionable, dejándonos una introducción para el inicio del curso difícil de digerir. Dos elecciones nacionales, ocho meses con un Gobierno en funciones y un enconamiento entre partidos arrojan un escenario propicio para el derecho al pataleo.
En algún periodo habrá que situar la concesión del minuto de gloria al que parece tener derecho todo español para decir la tontería más supina y la afirmación más ordinaria. Pero evidente es que las situaciones que nos están tocando vivir no deja indiferente a cualquier hijo de vecino serio y riguroso.
Sin ir más lejos,la apertura este mismo martes del año judicial por el presidente del Tribunal Supremo Carlos Lesmes vuelve a mostrar la solemnidad del acto, pero hace cuestionar sus contundentes palabras: “los jueces no admiten injerencias ni presiones de ningún tipo”.
De otro lado, el comunicado del Gobierno de la propuesta del señor Soria para un puesto del Banco Mundial, a escasos cinco meses de su salida del Ministerio de Justicia, desataba una tormenta política dentro y fuera de su partido –después de que el intento de investidura de Mariano Rajoy fracasase en segunda votación–que no dejaba indiferente a nadie.
Nadie va a cuestionar su formación, u ocupación como docente en Madrid, pero su negativa sobre los Papeles de Panamá no sólo debiera haberlo apartado de la vida política nacional, sino de encargo directo o indirecto por parte del Gobierno. Sin embargo, su renuncia al cargo, a petición del mismo Gobierno, deja al menos una puerta abierta a la esperanza de que no puede actuarse ya con tanta prepotencia y en contra del sentir de la opinión pública.
Al final, y vaticinando lo que se nos avecina, me queda pensar que en unos años el Circo Político estará asegurado. Habremos convertido el Congreso en un escenario donde se hablará inglés, francés, catalán, vasco y se pedirá la vez para el castellano. Y todos tendrán razón. Serán no ocho meses de negociaciones y encuentros, sino años de cachondeo, y de esperpento. Trabajando la gran mayoría para que unos pocos vivan a lo grande.