Pronto se cumplirán diez años que nos dejó un gran profesor y extraordinario poeta, que estuvo entre nosotros muchos años impartiendo sus clases de Lengua y Literatura en el Instituto “Pintor José María Fernández” de nuestra ciudad. Por ello, me ha parecido muy oportuno escribir algo acerca él y, sobre todo, de su poesía.
Juan era de Granada, allí nació y murió, aunque pasó muchos años en Benalúa de Guadix, en donde empezó sus estudios primarios y su carrera de escritor. Con sólo ocho años empezó a publicar relatos y anécdotas de “ingenuidad infantil”, y con doce años escribió sus primeros versos. Luego ya fueron apareciendo sus libros de poemas o de ensayos que sólo su muerte interrumpió.
Concebía la poesía “como una forma de expresión lingüística al servicio de una ideología”, aunque nada tenía que ver con la política, sino, como decía: “mi obra poética trata principalmente de la situación vital del hombre, la preocupación histórico-social inmediata, el erotismo y, marginalmente, la sátira”.
Aunque él pensaba que el campo conceptual de la poesía lírica se reducía a dos temas, la vida y el amor, creía que su finalidad también era doble: “por una parte, atacar la estructura socio-política y el estado alienante y fraudulento en que se ve inmerso el individuo en nuestro sistema social, y, por otra parte, exaltar la libertad sentimental de dicho individuo frente a los principios de una moral impuesta contra natura”.
Tenía una gran preocupación por la forma en que se escribe el poema y de ahí que pretendiese recrear “las técnicas estilísticas más características de los poetas de lengua castellana admirados por él”. Amaba la perfección estilística y era defensor de la concisión en el poema. De ahí que escribiese, cosa que muy pocos poetas hacen, su propia y en esta caso, doble:
I Poética
Lo primero es mirar por donde paso:
pasos que suenan a recuerdos, pasos
huecos de noche por las calles huecas,
pasos quebrantados, /
prematuros pasos.
Lo primero es vivir, luego la historia
abierta al paso de mis pasos siento
crecer, brotar, desenterrarse como
la mano que se tiende al aire y toca
fechas y nombres de color caliente.
Lo segundo es buscar una palabra:
la huella exacta donde estuvo el peso
pensando, parco, perseguido, presto,
del pie que aguanta mi estatura y deja
que el hombre se acostumbre /
a sus ausentes.
Después girar por la nevada escarcha
que esparto fue donde vivió la vida,
y allí, sin olvidar la preceptiva,
gritar o simplemente sonreír,
según la esquina donde esté parado.
Algunos temas adquieren gran importancia en su obra. Amante de la libertad, la defiende así en este poema:
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Libertad
Sobre las puertas que custodia el zar,
sobre las huellas, la verdad y el eco,
sobre las manos que anudó la guerra
¡hágase el viento!
Sobre el estanque donde el agua expira, /
sobre las torres donde anida el tiempo,
sobre la siesta de los apagados
¡hágase el viento!
Hágase el viento sobre las ruinas,
sobre las casas que domina el templo,
¡sobre la tierra, el fuego, el aire,
el agua, hágase el viento!
Otros temas son tratados de manera muy personal y de una delicadeza extraordinaria:
Ansiedad
Como lluvia o nevada,
como lentas preguntas,
pasan pálidas horas
resbalando, cayendo,
transformando la vida.
Yo me asomo a la noche
de tus ojos ausentes
y muero por saber
lo que dirán tus labios
cuando los calle el beso
de esta boca indecisa.
Anochecer
Bajo la tarde que inclinó la frente
un árbol canta.
Bajo la sombra que deforma el viento
la tierra pasa.
Bajo la carne que defiende el hombre
la siembra aguarda.
Sobre la tarde, el árbol, la tierra
y su esperanza
la noche tiende un ala
y un viento helado borra las ventanas.
Posiblemente, lo que más se podría destacar en su obra y que muy pocos poetas contemporáneos han escrito, son sus poemas satíricos y de humor. Siempre se ha tenido a Quevedo como el gran artífice de estos poemas, pero Quevedo hace ya siglos que murió y, aunque su gran obra se mantiene en vigor aún, es necesario que algunos poetas de nuestra época se atreviesen con estos temas.
Aún recuerdo un primer y único certamen de poesía satírica que se convocó en Antequera y de la que formamos parte, entre otros, dos grandes poetas con un buen sentido del humor y de la sátira: Juan Segundo, Juan León y, éste que escribe que nunca fue dotado para la poesía y, menos aún, satírica.
Pocos poemas se presentaron y tuvimos que dejar desierto el primer premio. Sólo se concedió el segundo a un poeta cubano, hoy gran amigo mío que nos conocimos en los festivales de Trovos de Villanueva de Tapia, repentista, como se llaman allí, o trovero, como los denominamos aquí, Alez Díaz-Pimienta.. Lo interesante fue el acto público en el que los dos poetas citados, leyeron parte de su obra satírica y fue del gusto de todos. Algunos de los poemas satíricos de Juan León son éstos:
Invocación a los dioses dicharacheros
Sintiendo el hambre de expresarme,
andaba
buscando las palabras más exactas
y sólo el viento enfermo levantaba
un largo aullido por las verdes astas.
Llamé a Polimnia de los dulces labios,
a Baco nocherniego y taciturno,
a Minerva, la diosa de los sabios,
y a Jesús Nazareno, el dios de turno,
Y al punto el verso se posó en mi boca,
el viento enfermo descansó
en los valles
y un aire alegre de cristal de roca
cantando con mi voz cruzó las calles.
¡Dioses benignos de los diccionarios,
sobre el altar de vuestras manos grises
ofrezco versos, vasos y denarios,
el alma, el corazón y las varices!
Escena pastoril
Como un valle, el amor
se ha tendido en tu boca
y dejas en los pechos
del amor quemaduras
como deja la tarde
su sonrisa en los montes.
Tus manos como un viento
acarician las mimbres
y recorren la escarcha
cristalina del valle
hasta el hueco imantado
donde nace la vida.
Los suspiros del ansia
se escapan de tus labios
y vuelven como un eco
de los labios amigos
hundiéndose en el mar
de dos bocas unidas.
Sus piernas aprisionan
tu mirada perdida
y perdido en el arco
ancestral de tus piernas
el amor liba el néctar
escondiendo la cara.
Tu cuerpo como un río
se escapa por el valle
y encuentra las raíces
vegetales del sueño:
¡Enséñame la lucha
de dos cuerpos iguales!
Carta abierta a la envida
Ha llegado a mis manos
una epístola tuya
venenosa hasta el tacto,
en la cual me describes
muy lejano a quien soy.
Yo en el fondo perdono
esa bífida lengua
con que intentas dañarme
–el que tira a mi viento
a sus tejas le tira–,
y respondo a tus letras
con un gesto muy propio
y una risa prestada:
que Yavé te las premie
ya que yo no me digno.
Elegía
In memoriam materterae meae
Los pasos pasan por la tierra y cuentan
los golpes desvelados de un reloj.
El tiempo es lo presente o la esperanza
y apenas si se toca deja de
ser la palabra que se tuvo y sueña
cerrada en los archivos del recuerdo.
Cuando los pasos se detienen queda
sólo la luz de un hueco entre las cosas.
Donde el poeta da pelos
y señales de sí mismo
Como supongo que estaréis cuitados
sin verme por detrás ni por delante,
pensando en mi destino trashumante,
capricho aciago de los tristes hados,
os mando aquestos versos dislocados
para deciros que, aunque
estoy menguante
de ombligo para abajo, semejante
desdicha no reduce mis pecados.
Por lo demás, mi cutis sigue hermoso,
mi pobre corazón hipotecado,
mi panza gorda, mi cerebro flaco,
mi vista infusa y el humor jocoso,
mi fuelle pulmonar enhollinado
y el hígado en las manos del dios Baco.
El poeta contesta a Enrique Vázquez sobre el hipotético hijo que el susodicho le pronostica con mala inquina
Enrique de lengua lisonjera:
a través del cerumen pegajoso
de mi doble cartílago adiposo
me han llegado noticias de tu vera.
¿Qué malo te hice yo,
doquier que fuera,
que vienes contra mí tan alevoso
queriendo que, además de ser esposo,
termine a la vejez siendo niñera?
¿Que encima de mujer
me endiñe un hijo?
¿Es que tengo el cerebro hipotecado?
¿Soy acaso Pompeyo
y no escarmiento?
Dios me libre, pardiez, de tal alijo:
cometa yo cualquier otro pecado
pues soy hombre fatal,
mas no jumento.
Signo y sombra de los compañones
Debieras de tener por ciencia cierta
que cuando los compadres de la vida
emprenden una fiesta desmedida
es harto conveniente estar alerta,
pues raudo, el largo, como nunca
hay puerta, se incrusta dentro,
sin temor al sida,
dejando pernoctar en la salida
al par de compañones de la huerta,
los cuales, con furor que nada vale,
golpean la entrepierna con la testa
quedando tan molidos
como escombros.
Y luego, encima, cuando el largo sale
rugoso y agotado de la fiesta,
lo tienen que llevar sobre los hombros.
Soneto nupcial
A dar –que no a tomar como
es costumbre en clérigo–
por culo vino un día
El Nuncio con nupcial hipocresía
echando más candela
a nuestra lumbre.
Primero proclamó su pesadumbre
por el divorcio que, según decía,
ataca a la caduca Teología
y anula la paciencia y mansedumbre.
Después se opuso con feroz falacia
–enarbolando el báculo y la espada–
a todo progresismo y democracia,
y al fin quedóse, como está mandado,
sin conseguir su fúnebre cruzada
y con el golpe militar frustrado.
Aunque volveré a citar a mi gran amigo y compañero Juan León, porque dedicó algunos de sus libros a analizar las expresiones populares como los chistes, los piropos, las adivinanzas y otras manifestaciones del saber popular, a los que aludiré en artículos posteriores, creo que con esta breve selección de textos poéticos, he dado una visión correcta de su creación literaria, que fue mucho más variada y sustanciosa, diez años después de su muerte en Granada.