El otoño se hace notar ya en nuestra piel, las hojas ‘amarronadas’ se desprenden de los árboles, octubre avanza sin piedad y parece que el frío está llegando para quedarse durante algunos meses. El buen tiempo no acompaña, aunque para algunos el buen tiempo sea el mal tiempo para otros.
Tampoco es buen tiempo para la profesión que ejerzo (también tiene su otoño particular, su frío instalado) y algún día prometo contar lo que aún poco sé de los entresijos del periodismo, algo así como mi “Contra unos y otros” que relata Pedro J. Ramírez en su libro recopilatorio de Cartas al Director.
Pero hoy toca hablar de una criatura que ha muerto prematuramente, con los primeros fríos de la temporada. Les hablo de Ahora Semanal, un medio nacional que aspiraba a luchar contra el viento y marea de Internet y navegar por el oscuro mundo de la tinta y el papel, del negro sobre blanco, de los tóner, de las rotativas, de la distribución, de las ventas, de los quioscos… Pero se quedó a medio camino.
Quizá estas palabras sirvan como una pequeña esquela a un medio que pudo ser y no fue. Ayer viernes se imprimiría la última edición de Ahora Semanal, un periódico en papel, sí, en papel, que nació el 18 de septiembre de la mano de Miguel Ángel Aguilar.
El periodismo también tiene estas cosas: la calidad no siempre se acompaña de ventas y en este caso la calidad, a mi parecer, era evidente. Lo digo porque, estoy convencido, el futuro de nuestros medios irá por ahí, por donde fue el semanario de Aguilar, con algún que otro retoque, pero algo parecido.
Nuestro futuro en papel no será diario, pero sí semanal; el análisis pausado reinará sobre el jaleo de la red y, aunque esta vez no haya funcionado, funcionará. O habrá que hacerlo funcionar.