El atentado en París que se produjo este miércoles 7 de enero no es más que un ataque directo e indiscriminado hacia nuestra democracia y hacia la libertad de expresión.
Tres hombres encapuchados accedieron a la redacción de la revista satírica “Charlie Hebdo” en la que habitualmente aparecen viñetas de Mahoma y de otros dirigentes y religiones. Y ya está. Eso lo desenmascaró todo. Doce personas fallecidas, varios heridos y unos terroristas que huyeron al grito de “Alahu akbar” (“Alá es grande”).
¿Por qué se producen este tipo de ataques? Lamentablemente, sus actuaciones pretenden acobardar, empequeñecer y censurar a personas que están en su libre derecho a pensar diferente. Afortunadamente, lo que han conseguido con esta matanza ha sido que la mayoría de los medios de comunicación se hagan eco alrededor de todo el mundo de unas viñetas que pretendían eliminar a balazos. Igualmente, la gente se ha echado a la calle, bolígrafos en mano, para homenajear a los fallecidos y reclamar una libertad que ni ellos ni nadie podrá evitar.
La libertad de expresión no es negociable y está por encima de cualquier ideología o religión, sin excepción. Tratar de prohibir la crítica significa dañarnos a nosotros mismos y conseguir un mundo más pobre.
Que nunca se pierda el espíritu crítico e irónico para denunciar lo que ocurre alrededor del mundo. Nada mejor que tomar el ejemplo de estos dibujantes para recordar que el periodismo no debe estar sometido a presiones religiosas o políticas. Y que el “esto no quiero que lo publiques” sea el estímulo necesario para que todo el mundo lo conozca.
Desafortunadamente, en este caso, las únicas armas fueron sus herramientas de trabajo, nada más. Sigamos utilizándolas tan bien como sabemos. Hoy y siempre, “todos somos Charlie”.