Bienvenidos un día más a la lucha constante. Siéntense cómodamente y disfruten de una nueva pelea de gallos en la que todos creen que ganarán pero ninguno se da cuenta de que el verdadero perdedor es el ciudadano de a pie.
Debate sobre el Estado de la Nación. Debate. Estado. Nación. Ahí es nada. Vaya nivelazo. Un debate para compartir opiniones sobre lo acontecido en España durante el último año.
Bueno, cuando digo “compartir opiniones” me refiero a echar en cara todo, hasta lo inimaginable, rozando —y a veces sobrepasando— el límite de lo profesional a lo personal.
Supongo y supongo demasiado, que los que están ahí arriba deben estar preocupados por lo que pasa en España. O no. ¿Se imaginan que se sienten satisfechos de su trabajo y con cobrar a final de mes tienen suficiente?
Lamentablemente, el “Debate sobre el Estado de la Nación” solo sirve, y más en esta época, para echar leña al fuego, para acusar unos a otros, para perder los papeles. Hasta los de Bárcenas.
Habla el presidente. El señor Rajoy sube a la tribuna y repasa la situación actual. El cuento de nunca acabar. Explica lo bien que estamos, el rescate que hemos evitado. Su cara es de satisfacción, de orgullo, de pensar que están haciendo las cosas bien.
No merece la pena responder a Rajoy sobre cómo está la situación, simplemente asómese a alguna casa de alguna persona de alguna ciudad. Y pregunte qué tal. ¡Pregunte!
