Antes de nada, quiero pediros disculpas por tratar un tema que nada tiene que ver con estas fechas en las que estamos inmersos. Pero hay cosas que claman al cielo y que, por mi compromiso profesional, no puedo dejar pasar. Desde hace algunas semanas se está hablando en todos los medios de comunicación de la construcción e inauguración del hospital de pandemias “Isabel Zendal”. No voy a entrar en la necesidad o no de este hospital. No es mi cometido, ni creo que deba hacerlo. Pero en lo que sí voy a entrar es en el nombre que le han puesto. ¿Alguien de los que están usando el nombre de Isabel Zendal sabe quién es? Yo diría que no.
Isabel Zendal Gómez está considerada una de las Madres de la Enfermería y está considerada por la Organización Mundial de la Salud como la primera enfermera de la historia en participar en una misión humanitaria internacional. Esta misión fue la Real Expedición Filantrópica de la vacuna de la viruela (1803-1812), dirigida por Francisco Javier Balmis. Era la única mujer de dicha expedición y su papel fue fundamental. Tenía que cuidar de 22 niños huérfanos que hacían de “transporte de la vacuna”, ya que la llevaban inoculada en su cuerpo.
Dejó atrás familia, amigos y trabajo para embarcarse en una expedición en la que muy pocos confiaban y como no, también estaban los que no estaban de acuerdo en que fuera una mujer la responsable de cuidar de estos niños. Como siempre.
La expedición fue un éxito. Se llegaron a vacunar más de medio millón de personas en América, China y Filipinas y la gran responsable de este éxito fue Isabel. Durante todo el viaje cuidó, aseó, consoló, acunó y amó a todos esos niños para que no sufrieran ningún percance durante todo el trayecto.
Por eso, cuando ahora se nombra a esta gran enfermera con la ligereza con la que se hace, siento algo así como un estremecimiento de estómago e indignación hacia aquellos que han conseguido tal afrenta para la enfermería. Todo esto se acrecienta cuando oigo a un destacado político de este país afirmando que “dentro de 50 años, el pueblo de Madrid, pedirá que se cambie el nombre a este hospital por el de otra Isabel”. Por favor, no mancille el nombre de Isabel Zendal.
Jamás. Escúcheme bien. Jamás alguien que se dedique a la política en este país le podrá hacer sombra a la que dedicó su tiempo y su vida de forma altruista para el bien de los demás. Y es por esta y otras muchas que hicieron grande a la enfermería, yo soy ENFERMERA. En mayúsculas y en femenino. Si alguien quiere saber más sobre Isabel Zendal y la Expedición Filantrópica, os recomiendo que encarguéis en vuestra librería favorita el libro “A flor de piel” de Javier Moro. Seguro que lo vais a disfrutar y vais a entender también mi visceral defensa de esta mujer. Bueno. También sería un buen regalo para anotar en la carta a los Reyes Magos.