miércoles 23 octubre 2024
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Romance del caballero Orbaneja

Se trata de uno de los romances más interesantes de los muchos que en Antequera se escribieron con motivo de su Conquista por el Infante don Fernando, a raíz de ello conocido con el sobrenombre de “El de Antequera”.
 
Fue publicado, completo, por el ilustre catedrático de Literatura, muy afincado familiarmente a Antequera y gran conocedor de nuestra Literatura Épica,  Francisco López Estrada, con el título de Notas sobre el Romancero de Antequera, en el suplemento Papel azul de la revista “Guadalfaro”. Yo lo reedité, con motivo del VI Centenario, en unos pliegos sueltos que salían cada semana y que, al final, se logró una colección muy completa de todo el Romancero de Antequera.
 
La actualidad de este romance viene justificada porque estamos celebrando la festividad de la Patrona Ganadora de Antequera, Santa Eufemia, y en este romance se narra la leyenda de la aparición de Santa Eufemia al Infante don Fernando para darle ánimo, le anunciaba que en su día conquistaría Antequera y cuenta cómo se decidió buscar patrón o patrona para la ciudad recién conquistada. También se mencionan en este romance todos los caballeros que acompañaron al Infante y que se asentaron en Antequera, una vez conquistada. Romance no muy conocido, pero de una gran belleza e interés histórico y literario. 
En una de las ciudades          
que la Andalucía encierra;
no es Sevilla ni es Granada     
ni Córdoba ni Lucena,
ni Écija ni Jaén               
ni otras que aquí no se mientan,
como Málaga ni Cádiz            
ni Jerez de la Frontera,
sujeta a reino ninguno          
que a quien quiere se sujeta,
tan leal para su Rey            
y libremente mostrenca,
la que por sus muchos timbres   
por gracias y preheminencias,
no permite que sus hijos        
paguen pechos ni gabalas,
portazgos y almojarifes,        
como la Fama vocea
que es la Antequera la noble,   
centro y honor de nobleza…
que estando el invicto Infante  
Don Fernando de Antequera,
empeñado con su campo           
en abatir las almenas
de su soberbio castillo,        
en tiempos que sus defensas
daban al mando otomano          
expugnables resistencias,
trayendo los caballeros         
que nombraré en su defensa:
al Señor de Guadalcázar         
los Narváez y Villegas,
Cerones y Marmolejos            
Chacones y Santisteban,
Rojas, Enríquez, Aguayos,       
Almazanes y Riberas,
Rosales y Barrionuevos,         
Bustamantes y Cabreras,
Ponce de León, Bazanes,         
Los Uribes y Pinedas,
Farfanes, Ruices, Solanas,      
Carizosas y Orbanejas,
y otros hidalgos que ilustran   
las españolas banderas,
siendo don Juan el segundo      
Rey de España en edad tierna,
le dio el gobierno a su tío     
Don Fernando, que viniera
a favorecer a Baza,             
los cautivos que había en ella;
llegó un anciano llorando       
“que los moros de Antequera
cautivaron dos infantes         
que eran hijos de Baeza,
de un famoso caballero          
que estaba de alcaide en Teba,
que era tierra de cristianos,   
y saliendo a toda priesa,
no pudieron alcanzarlos”;       
y estando al pie de la Peña
el mismo día del Corpus         
que el número manifiesta
del año cuatrocientos           
y nueve en esta frontera,
dieron el primer asalto         
a los muros de Antequera,
que con furioso denuedo         
en la morisma se emplea, 
guiados de Guadalcázar          
y Narváez, que los gobierna.
El cual, viendo que Aliatar 
con su cuchilla sangrienta,
no da golpe que no rinda        
cuantos por delante encuentra,
arrojándose al peligro,         
encendido en su soberbia,
con tal brío, que de un golpe   
le cercenó la cabeza.
Aquí el valeroso sabe          
dar, de su arrogancia, muestras,
viendo al sarraceno campo       
que ya los moros flaquean.
Avisaron al rebato              
y vino tanta caterva,
que a no acudir el Infante      
con toda la tropa y fuerzas
de la gente de Sevilla,         
que valerosos se empeñan
en socorrer nuestro campo       
la caballería diestra,
dando al viento los penachos,   
plumas garzotas y sedas,
cantó la victoria España        
con poca pérdida en ella.
A cuyas noticias vino           
a socorrer Antequera
Selim con treinta mil turcos.   
Tuvo el Infante gran pena
por los dos niños que estaban   
cautivos entre cadenas,
y era imposible librarlos.    
Con lo que una noche en la tienda
se le apareció entre sueños     
la Virgen Mártir Eufemia,
cercada de resplandores,        
y habló de esta manera:
-Gran Príncipe, no desmayes     
que por altas providencias
has de ganar en mi día          
lo que tú tanto deseas.
Tres veces tuvo este sueño,     
y en el camino de Teba
encontraron los infantes,       
y con ellos la Princesa
soberana del Rosario,           
y los entregó a la puerta
del castillo a un deudo suyo.  
 
Y alegres con esta nueva
dio el Infante tres batallas    
hasta que rindió las fuerzas
con su general Narváez,         
digno de alabanza eterna, 
entraron en la ciudad           
el día de Santa Eufemia,
con gran pérdida de gente.      
Aunque después fue la guerra,
y las mayores batallas,         
encuentros, choques, quimeras,
ganándole en desafíos           
muchos timbres y banderas,
siendo pavor de los moros       
como la llave y defensa
y si hubiere algún curioso      
que en lo dicho me desmienta,
bien conocido es mi nombre      
y me remito a la letra. 
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