La ciudad de Antequera puede estar muy orgullosa de que en su seno albergue buena cantidad de elementos artísticos, literarios, culturales que ya lo quisieran para sí otras ciudades, incluso de mayor categoría que ella. Uno de estos elementos será siempre la ingente literatura que ha creado y de tan buena calidad.
Muchos autores importantes formaron parte de este grupo poético que cito en el título. No todos bien conocidos, pese al esfuerzo que la Universidad de Málaga está haciendo por estudiarlos y actualizarlos. Uno de ellos es Agustín de Tejada Páez, que “representa al poeta humanista del manierismo español, considerado como cabeza del grupo antequerano” por Rodríguez Marín “por su edad y por ser vínculo entre los poetas granadinos y antequeranos”.
De este autor tenemos la suerte de contar con un estudio realizado por la catedrática de literatura de la Universidad de Málaga, Asunción Rallo Gruss, editado, en dos tomos, por la Diputación Provincial de Málaga, en la colección Clásicos Malagueños.
Por ella, Asunción Rallo, sabemos que Agustín de Tejada Páez nació en el verano de 1567; que su formación comenzó en la Cátedra de Gramática de la Iglesia Colegial de Antequera y que fue discípulo de Juan de Mora; que en Granada obtuvo el grado de bachiller en Artes y en la Universidad de Osuna estudió teología; que fue racionero de la catedral de Granada gracias a la protección de arzobispo Pedro Vaca de Castro, aunque no le fue muy bien y le costó una e sanción; que durante su estancia en Granada entró en el mundo culto y literario; que se licenció y doctoró en la universidad de Granada y que volvió a Antequera en donde pasó sus últimos años.
De nuevo en Antequera interviene en los juegos florales, que ya se trató en un artículo anterior, y, según J. Lara Garrido, realiza “una especie de compendio mitopoético en que la cultura clásica se pone al servicio de lo que ya es verdad encarnada por Antequera y sus contornos geográficos”. Se cumplió en él lo que el profesor Lara Garrido afirma para todo el grupo: “Escribir poesía en Antequera era participar vitalmente de la “sangre” y el “espíritu” de una urbe que reclamaba para sí la condición de patria de las letras”.Hecha esta breve reseña biográfica, gracias a los datos aportados por mis queridos amigos y compañeros en la docencia Asunción Rallo y José Lara, haré alusión al tema que hoy nos ocupa, siguiendo siempre a los autores citado.
En el DISCURSO CUARTO, del tomo II, de la edición de Asunción Rallo, se puede leer: “Escríbese la vida y martirio de la gloriosa virgen santa Eufemia, patrona de Antequera y algunos versos que se han escrito en su alabanza” y dado que esta edición es poco asequible a muchos, me voy a permitir extraer de ella algunos datos de la biografía de la santa, para su divulgación en su festividad, abusando de la amistad y aprecio que tengo a la compañera editora, con la seguridad de que ella estará satisfecha de que su obra sea conocida a través de este semanario. Según nos relata Asunción rallo, santa Eufemia fue hija del senador Philoflonio y natural de Calcedonia. Floreció en época de dos emperadores Diocleciano y Maximiniano, perseguidores de la iglesia católica. Ante esta situación, la santa confesó ante el juez Prisco su fe en Jesucristo, ante el sacrificio de muchos cristianos y en una interesante conversación con el juez. Protestó porque a ella no le ponían las cadenas como a los demás cristianos y fue maltratada y encarcelada. Rechazó los amores del juez, ayudado en esto por un mayordomo, pero la santa se defendió “con el valor y esfuerzo que su inmensa santidad le daba”.
Sacada de la cárcel, de nuevo, fue colocada en una rueda llena de carbones para que se quemase, pero fue el verdugo el que sufrió el castigo. Ante esto, por iniciativa de un tal Aureliano que le recomendó usar el hierro, el juez mandó bajarla de la escalera en que estaba subida, pero ninguno de los dos enviados lo consiguieron, “porque los hombres no podían ofender a lo que los ángeles defendían”. No contento el juez, decidió que todos los mancebos deshonestos manchasen y violasen la castidad de santa Eufemia pero en su intento vieron muchas vírgenes hermosas que les ofuscaban la vista. Otra vez en prisión, el juez ordenó que no le diesen de comer “lo que hizo poca falta a quien se sustentaba con manjares espirituales”.
Siete días más tarde, la colocó en un lugar en donde había tres leones hambrientos, pero éstos al verla “vinieron a ella y la comenzaron a halagar, reconociendo los leones lo que la malicia de los hombres no conocía”.“Y el juez, con rabia de lo que vía, se le cerraron los espíritus cayendo al suelo como muerto, y como uno de los ministros lo viesen fue donde estaba la gloriosa doncella, y diole con una espada por el costado, abriendo puerta al sagrario donde tanto tesoro de amor estaba encerrado, inviándola por martirio a que triunfase en el cielo a donde su ánima gloriosísima recibe el galardón de la constancia y firmeza, acrisolada y probada en cárcel, golpes, ruedas, fuego, leones, duras puertas y finalmente hierro que no fueron bastantes a hacer en ella impresión”.
Su cuerpo fue enterrado en Calcedonia y fueron muchos vecinos de la ciudad los que creyeron en Jesucristo. Esto corrió en el año los doscientos ochenta años de la encarnación del hijo de Dios. Ya se sabe cómo fue lo de nombrar Patrona de Antequera a santa Eufemia por el Infante don Fernando y cómo se cuenta en las crónicas y en el romancero, sobre todo en el Romance del Caballero Orbaneja que publiqué el pasado años por estas fechas.Para esta ocasión, he querido publicar los himnos que Agustín de Tejada y Páez compuso en honor de esta santa, tan venerada en Antequera en la época de la Escuela de Poesía Antequerano-Granadina, gracias al estudio y edición de Asunción Rallo Gruss, catedrática de Literatura de la universidad de Málaga.
In laudem Euphemiae uirginis martirio preclara himnus. (Himno en alabanza de la virgen Eufemia, en su insigne martirio)
El que engañosamente al mundo aspira y sigue su carrera no escapará de manos de la muerte, pero quien de este engaño se retira, siguiendo la alta esfera del sacro Olimpo, alcanza eterna suerte. Ilustrísima Eufemia, heroica y fuerte, ¿qué en lo primero viste? ¿y de qué hacer dejaste, en lo segundo, cuando así imitaste a tu querido dios que le seguiste? Pues en fogosa rueda el cuerpo pones, y alcanzas los blasones de aquella santa que mató a su padre, porque tu gloria con la suya cuadrede la santa que pintan con la rueda porque aventajársete no pueda.
El fuego crudo que los miembros quema del gran Laurencio santo también tu cuerpo cándido atormenta, y aunque el más fuerte de estos tormentos tema, por ser de gran espanto, no el fuerte pecho tuyo se amedrienta, pues la señal clarísima y sangrienta que a Christo esmalta el pecho también el tuyo esmalta, (aunque la llaga en él es muy más alta pues fue del mundo el único provecho); pero muestras de amor la viva llama que el pecho tuyo inflama, pues que de Christo en ti, y en ti de Christo, un recíproco amor y fuego es visto.
Así la celebrada Catherina, y a quien dio el laurel nombre, te otorgan la ventaja conocida, porque aunque sea la materia fina de oro en vuestro renombre, y de vuestro martirio y dulce vida, es tu pena sellada y guarnecida de esmalte más lustroso con la llaga de el pecho,cuya purpúrea sangre el sello ha hecho, tornando tu martirio más famoso, y así aunque son los tres martirios oro el hermoso decoro que el tuyo adorna de artificio claro lo vuelve más insigne, ilustre y claro.
El DICURSO CUARTO termina con unas afirmaciones de Agustín de Tejada Páez en las que reconoce haber escrito otras canciones en alabanza de esta gloriosa virgen santa Eufemia y que por ser largas las colocaba al final del Segundo Tomo de sus “Discursos Históricos de Antequera”. Son estas que transcribo a continuación para lectura de los devotos de esta patrona de Antequera, en su onomástica:
A la ilustrísima virgen mártir Santa Eufemia
Pensar subir a tan excelso nombre el tardo vuelo de mi tosca pluma conozco que es deseo temerario; mas alumbrado de tu viva lumbre haré del ancho piélago una suma, aunque un extremo a otro es tan contrario. Si del sagrado aerarioque tu pecho atesora, con tan copiosa vena, se ayudase mi estilo en esta hora, ya tus loores cielo los ordena, mas copia tan inmensa no tiene recompensa; sólo santa Eufemia diré en vuestra alabanza de tan gran mar el río que se alcanza.
Pusieron vuestro cuerpo en una rueda por que con tanto movimiento ruede que deje atrás el círculo del cielo; rueda la rueda, el santo cuerpo rueda,mas rodar vuestra suerte ya no puede, que está clavado en dios vuestro alto vuelo. Levantose del suelo, buscando un aposento do estuviese seguro; halló de oro el estrellado asiento de aquel cándido trono ilustre y puro, y extendiste las alas,en las impéreas salas, donde hallando descansado nido triunfáis del tiempo, muerte, pena, olvido.
El ave azul, dorada, roja y bella, que de única en el mundo tiene fama, por nombre Fénix, fúlgida y hermosa, siente el rigor de su natura estrella que muerte la provoca, incita y llama, por que nazca otra Fénix más vistosa, y así junta olorosa casia y roja canela, con que enciende un gran fuego, y batiendo las alas en él vuela, y el cinamomo encima aplica luego, y en él deja quemarse, y así de la ceniza tornarse, y así de la ceniza y llama viva resucita otra Fénix más activa.
Eufemia, al ave Fénix os comparo, pues cual pebete, encienso, algalia, o nardo, que en medio el fuego aspiran mis olores, cobrando más fulgente y más gallardo; dando mayor olor que dan las flores, sube, a los moradores del sancto cielo inmenso, vuestro olor más que de ámbar, más que de pebete, algalia, nardo encienso, bálsamo, almizquel, murta y liquidámbar, y cual Fénix hermosa os levantáis gloriosa: que el fuego os purifique como el oro por que pura voléis al alto coro.
Mas no me espanto que mostréis sosiego en la llama que el cuerpo bello aterra pues nunca un semejante a otro combate, nunca pelea el fuego con el fuego, ni el agua al agua, ni el aire al aire bate, antes en tal combate, el fuego que os enlaza, os limpia y purifica, como el vaso del barro en la bonanza, que allí se fortalece y fortifica, así en el fuego ardiente os mostráis refulgente, y queda el techo rubio y encrespado de puntas y celajes de otro orlado.
Parecéis en aquesto salamandrias, la cual del fuego el gran furor resiste, antes, cual suele el cisne a la calandria vencer del pecho la congoja triste despidiéndose la voz con dulce canto, vencéis vuestro quebranto, en medio de las piedras, confesando el esposo, y os parecen jazmines, rosas, yedras, y de lirios un campo deleitoso,y su brava aspereza una inmortal riqueza; mas si encerráis a Cristo en vuestro seno no habrá dolor que no os sea gusto ameno.
Vencéis del sol la luz clara y perspicua con la gran luz que vuestra gloria exhala, que os hace que seáis farol y norte, y en el redondo globo y zona oblicua servís de entapizada y rica sala, donde se espacia la superba corte con celestial cohorte, viendo el purpúreo lacre, que es vuestra sangre ilustre, que trasmonta cual ligero sacre, resplandeciendo con divino lustre, y así mostráis el pecho destrozado y deshecho, sellado con testigo fidedino, del sello santo del amor divino.
Y como el crisol se manifiesta por ser luciente, trasparente y claro, lo que detrás le ponen claramente, así el amor que tal os tiene puesta se muestra por el golpe tan preclaro que sin impedimento está patente, do la llaga lucientecomunica el tesoro de esmeraldas y púrpura y de perlas, rubíes, aljófar, margaritas, oro, que queréis por el cielo dependerlas, con rosicler bordando, y con los pies hollando, la cumbreeterna del inmoble impiriodo os mostráis como rosa o blanco lirio.
Canción que quieres de la gran Eufemia decir las merecidas alabanzas, viendo la gran alteza del sujeto, ya verás como aspiras poco afeto, pues que lo menos es lo más que alcanzas, que tal materia a enmudecerte apremia, porque para escribir tan grande suma es menester más elegante pluma, y lenguaje más alto y más fecundo, aprendido en el cielo y no en el mundo.