Ser transparente o ser opaco. Ser sincero o ser hipócrita. En tiempo de elecciones todo el mundo lo promete todo. Pasos de peatones que finalmente no se ponen. Cambios de contenedores que aún seguimos esperando.
Pero hay algo que suena mucho últimamente… Hay palabras que repetidas una y otra vez parecen verdad y “transparencia” es una de ellas. Es una palabra que suena bien, a Democracia, a tiempo nuevo, a “Stop Corrupción”, no sé.
Transparencia es atender a los medios sin esconder datos, transparencia es desglosar los sueldos de los cargos públicos justo en el momento en el que los conocen, transparencia es explicar, y bien, los datos que deben saber todos los ciudadanos y no sólo esconderlos en una esquinita de tu “web institucional” para que ni siquiera sepamos ni podamos interpretarlos.
Transparencia, esa palabra mágica que se ha hecho actual justo ahora, cuando los partidos de siempre ven caer a su electorado, es una de las ideas de Democracia que deben dejar de ser ideas para convertirse en realidad.
Ser transparente es la asignatura pendiente de muchos partidos e instituciones, que deben adaptarse a la actualidad, pero deben adaptarse bien, no sólo de palabra. Deben hacer público los documentos que siempre deberían haber sido públicos. No tienen que ver como “obligación” lo que debería ser la tendencia actual.
Los partidos tienen esa asignatura pendiente, ¿lo conseguirán? Depende de ellos. Depende de nosotros.