Aunque la religión no debe imponerse sino proponerse, pienso que es muy importante educar a los niños de nuestras escuelas y colegios en el arte del re-ligare, de la unión y de la convivencia con la humanidad y la madre naturaleza. Que nuestros niños y adolescentes comprendan que todos somos hermanos, hijos de un mismo Dios. Que se acerquen al misterio, que lo observen con admiración y con gratitud. Que exploren el universo y el origen de la vida.
Es importante acercar a los niños a Jesús de Nazaret y su revelación de fraternal e incondicional amor para todos, pero especialmente para con los débiles y los pequeños. Ese Jesús que nos atrae a todos, creyentes, ateos y agnósticos: “el hombre para los demás”, el hombre más extraordinario que ha pisado nuestro planeta, el hombre de la compasión y de la fraternidad. Un Jesús que a la vez nos exige y nos alienta a continuar el camino que él abrió.
Todas las ciencias deberían impregnarse de espiritualidad, de encantamiento; todas las éticas, de profundo amor y agradecimiento. Necesitamos que nuestros niños y adolescentes descubran una religión abierta, donde lo importante no sean las normas, los dogmatismos, las certezas blindadas, sino la vida, la belleza, la defensa de los derechos humanos y los derechos de la madre Tierra, la adquisición de hábitos y valores que nos humanicen y nos impulsen a un compromiso transformador. Hoy más que nunca, estamos llamados a superar la religión cartesiana y materialista, y volver a la religión de Jesús.
José Sánchez Luque