Suena el despertador. Son las siete y media de la mañana de un soleado lunes y comienza una nueva jornada en la que tengo previstas una entrevista y dos ruedas de prensa. Las ruedas de prensa ocupan una parte importante de la mañana: redes sociales, web, papel, vídeo. Posteriormente, hora de actualizar el correo. Coger llamadas y hacer la entrevista prevista. Almorzar. Volver al “puesto de mando”. Terminar la jornada laboral.
Tras ello: salir, respirar aire puro. Contestar WhatsApp y revisar webs de tecnología, cómo no. Ver el correo y leer algo. Ver la televisión y dormir… Mañana será otro día. Ante unas jornadas ajetreadas, y más en este maravilloso mundo del Periodismo, necesitamos un stop, una parada, un descanso, una desconexión.
Pese a considerar que soy un apasionado de la tecnología, de los iPhone, de iOS, de Android, de los “relojitos” inteligentes, de Samsung, todos necesitamos parar con esta “sobreexposición” a la tecnología que tenemos a diario, ya sea en nuestro trabajo o fuera del mismo. Por no hablar de la constante “sobreinformación” diaria a la que estamos expuesto.
Con esto, tan solo les pido que piensen por un momento si es necesario seguir tan conectados como hasta ahora. ¿Hasta dónde llegaremos? No dudo en las facilidades que nos dan a diario las nuevas tecnologías, pero les invito a hacer un ejercicio que cada vez se está volviendo más de moda: dejar el móvil en casa.
Les invito a que lo prueben, al menos un día. A ir al campo, por ejemplo, a disfrutar de la naturaleza. Les invito a aburrirse, ¿a qué ya no se acuerdan de eso? Les invito a pasear con amigos, ir a tomar algo o, incluso, caer en el “fantasma del capitalismo” y arrasar en esa tienda de ropa que tanto le gusta. Da igual, lo que sea, pero prueben a hacer stop. La vida está ahí fuera.