Permitidme que me asome a esta ventana para transmitir unos pensamientos. Parece ser que el ser humano se empeña en ser cada vez más ruin y visto que una pandemia parece que no es capaz de aniquilar a la especie humana, somos los propios humanos los que nos empeñamos en borrarnos de la faz de la tierra.
Todavía me acuerdo cuando en plena pandemia, todos decíamos que íbamos a ser más fuertes, más solidarios, en resumidas cuentas íbamos a ser mejores. Pues ya podemos ver que no, incluso podemos empeorar. Hace unos días ha estallado otra guerra, que llenará de miserias y muerte una zona que tenemos muy cerca. Pero aún así más pronto que tarde miraremos hacia otro lado o más bien hacia nuestro ombligo, por las consecuencias de este conflicto en el gas, el petróleo y en la consabida inflación. No miraremos a la cara a esos niños que antes de saber lo que es una infancia feliz, perderán a su familia, sus amigos, sus colegios, sus parques y sus juegos. No seremos capaces de consolar a esa madre que pierde un hijo ni a ese padre que pierde una hija. Con suerte acogeremos a unos pocos refugiados para ponerle una tirita a nuestro ego; pero tampoco muchos, no sea que nos quiten el trabajo o tengamos que brindarles una sanidad y una educación, con lo que eso nos cuesta y “pagamos” con nuestros impuestos.
Mientras tanto, dejaremos todo en manos de unos mandatarios que no hacen más que competir en quién lanza la amenaza más grande, quién tiene el misil más grande, quién tiene el ejército más grande… en resumidas cuentas, tal y como dice Joan Manuel Serrat, “a ver quién es el que la tiene más grande”. Pues sí. Entre esos tipos y yo hay algo personal.
Pero ya os digo, después de esta pandemia saldremos mejores. Y me pregunto: ¿mejores en qué? Por más que busco no lo encuentro. Quizá esté escondido en la ingenuidad de un niño, en los apuntes de aquel que estudia una carrera para labrarse un futuro, en la azada de un campesino o en el pecho de esa madre primeriza que mira a su hijo llena de esperanza. Pero no veo esa mejoría en lo que nos rodea. Al contrario. Solo veo hipocresía y apego alas mayores bajezas del ser humano. Por eso, y desde estas humildes líneas, vuelvo a gritar: ¡NO A LA GUERRA!