Mensaje de las lecturas
· Primera lectura: Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7.
· Salmo responsorial: Salmo 79. ¡Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve!
· Segunda lectura, 1ª Corintios 1, 3-9.
· Evangelio: Marcos 13, 33-37.
Comenzamos el tiempo de Adviento
La celebración litúrgica de la Iglesia, en su desarrollo habitual es una gran catequesis. Cada día podemos celebrar la fiesta de la Eucaristía. Pero junto a la entrega amorosa de Cristo en el altar, aparecen otros subrayados que llenan de sentido nuestras celebraciones.
Por ejemplo, este último domingo de noviembre nos abre a un nuevo tiempo litúrgico, comenzamos el tiempo de Adviento. Por eso, este día supone el comienzo de un nuevo Año Litúrgico, una nueva etapa en la vida de la Iglesia. Y eso va a traer a la celebración habitual del domingo algunos pequeños cambios “para que caigamos en la cuenta” de la nueva etapa: desde hoy, cada domingo tomaremos la lectura del evangelio de la versión que nos da San Marcos, dejaremos de rezar o cantar el gloria al comienzo de la eucaristía, y el color morado de las vestiduras litúrgicas presidirán nuestras celebraciones.
Porque hoy lo que comenzamos es la cuenta atrás para la celebración de la próxima Navidad. Es decir, sólo nos faltan ya cuatro domingos para llegar al 25 de diciembre. Y por eso nos ponemos en camino, en actitud de esperar a Aquel que viene a nuestra vida.
Por eso en muchas de nuestras iglesias y con distintos formatos aparecerá la Corona de Adviento, esos cuatro cirios que nos van a recordar que hemos empezado ese camino, y que su luz se va a ir intensificando, semana a semana, hasta brillar por completo en Nochebuena.
Recordaremos su nacimiento durante el tiempo de Navidad. Pero anunciamos que esperamos su venida en gloria durante estas primeras semanas del Tiempo de Adviento. Esa venida, que pondrá fin a la historia y de la que no sabemos ni el día ni la hora. Por eso, en la mayoría de las ocasiones, vivimos como si no fuera con nosotros. Y hoy, ahí, es donde el Señor nos da el toque de atención. Es un cambio vital que nos pide, es vivir en espera de Aquel que tiene que venir.
Así, el evangelio de este domingo, el primero del Adviento quiere ser un gran despertador para nuestra vida cristiana. Como nos ocurre a muchos cada mañana, este “dichoso” aparato nos devuelve a la “vida”, a veces con mucho trabajo, es quien nos hace abrir los ojos y ponernos en camino para iniciar nuestras actividades habituales.
En la vida de fe, igual tenemos muchas cosas pendientes de repasar, podemos encontrarnos con muchas personas o cosas a las que no hemos dedicado suficiente atención en nuestra vida y nuestra fe.
¿Cómo podemos hacerlo? Escuchando la voz de los “sin voz”, poniendo atención al amor de Dios para nuestra vida. Y también para con toda vida. Es decir, vivir más atentos a Su venida a nuestra vida, a nuestra sociedad y a la tierra.
Sin esta sensibilidad, no es posible caminar tras los pasos del Maestro. Por eso nuestra vigilancia pasa siempre por una escucha más atenta de la Palabra de Dios, una vivencia activa de los sacramentos y un ejercicio práctico y esperanzador de la caridad hacia los hermanos que más sufren. A poner gestos sanadores a nuestras palabras, para que no queden vacías.
Pero siempre, en la clave de la esperanza. Para ello, para este tiempo de Adviento tenemos los cristianos la suerte de contar con alguien que de esta esperanza entiende mucho. Me refiero a la Virgen María. Ella vivió el primer Adviento haciendo vida todo esto que hemos dicho. Ella esperó la llegada de su Hijo. Ella supo abrir su vida a quien de verdad puede hacerlo todo nuevo. Que ella, la madre del Adviento nos ayude a vivir en profundidad este tiempo nuevo. Feliz y santo domingo a todos.
