Después de haber vivido todo este tiempo pascual que tenemos recién terminado, se nos presenta una fiesta importantísima para nuestra vida cristiana. Ésta es la fiesta de Corpus Christi. Una fiesta que nos enseñaron a decir de ella “que brillaba más que el sol”. Jesús se nos da en la Eucaristía para alimento de nuestra vida terrena.
Una vez terminada la Pascua, tenemos tres fiestas que nos tratan de explicar con signos claros, cómo es Dios, y cómo desea que seamos nosotros como cristianos: Santísima Trinidad, Corpus Christi y el Sagrado Corazón de Jesús. Hoy celebramos la Eucaristía. Hoy realzamos la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Y es para nosotros tan importante que después de esta celebración saldremos por nuestras calles en procesión, celebrando esta fiesta.
Pero, sería bueno que nos llegáramos a preguntar ¿y qué celebramos? Cuando un equipo gana una competición, le dan un premio, un trofeo que exhibe con orgullo por su pueblo. Pues esto es algo parecido a lo que nosotros celebramos, y que para nosotros es tan importante que lo sacamos a la calle orgullosamente. ¿Y qué es? La liga es muy importante, pero quizá el año próximo la gane otro equipo y no nos acordaremos de este año…
¿Qué cosa es tan importante para nosotros para que todos los años lo celebremos?, ¿Qué es lo más importante?, ¿Lo que nos hace más felices?… EL AMOR… Estamos tan contentos porque alguien me quiere tanto, que ha sido capaz de dar su vida por mí… tengo que estar feliz… uno de los símbolos para explicar esto lo podemos encontrar en “El pelicano” que ama tanto a sus crías que se va arrancando a trozos su propio cuerpo para alimentar a sus crías, con la gran satisfacción de que sus crías siempre llevarán en ellas una parte de su madre, porque su trozo de carne se hará carne nueva en ellas. Los cristianos también llevamos en cada uno de nosotros el símbolo de la carne y la sangre del Señor.
Jesús se dio en la Eucaristía como alimento para cada uno de nosotros. Es éste el gran descubrimiento de la Eucaristía, la fiesta que hoy celebramos… porque uno es, aquello que come… si come, crece, si no come, muere… Pues el mismo Cristo, que tanto nos ama que dio su vida por nosotros, quiso quedarse para siempre con nosotros, quiso hacerse cuerpo en nosotros para vivir dentro de nosotros y por ello, Cristo en la Última Cena da a comer su cuerpo y su sangre en forma del pan y del vino que consagramos en la Misa.
Cuando nosotros comemos este pan y este vino… el Cuerpo y la Sangre de Cristo pasan a transformarse en cuerpo y sangre en nosotros… y nosotros nos transformamos en un trocito de Dios. Ahora bien, nos vamos a preguntar ¿en qué se debe notar? pues en que nosotros debemos de ir pensando como Dios, y actuando como Dios, amando, perdonando, ayudando, compartiendo… de forma que cuando la gente vea todo el bien que hacemos diga “ese hombre tiene a Dios dentro, se le nota”, esto es comulgar en Dios, y si a todos los cristianos se nos notara, porque comulgamos en Dios, estaríamos siendo consecuentes con nuestra vida. Pues salgamos después de comulgar a la calle, llevando en procesión la Eucaristía, pero sobre todo, siendo “Cristos” en la calle.
padre Antonio Jiménez López
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