ROJO PASIÓN.- Antes de que el telón suba, antes de que las cajas, el silencio, los golpes secos, el sentimiento de las guitarras me inunde, voy a cerrar los ojos. Estoy preparada. Compruebo que he llegado al Teatro Cervantes con el bolso de mano lleno de aire renovado, de olor a lluvia venidera y de pañuelos blancos, por si las lágrimas me asaltan cuando ella, ELLA, SARA BARAS, taconee en el escenario como la única que es en este arte.
Oscuridad de martinetes, palmas sordas de soleá, flamenco desgarrado y bata de lunares de otra manera, con otras hechuras. Ajustada a su cuerpo menudo, cerrada alrededor del virtuosismo de sus piernas, al amor llameante del arte que, como decía Enrique Morente “tiene que ser libre”. Y libre camina en los pies de Sara, en las voz de Camarón, en la guitarra de Paco de Lucía, en el arte y el trabajo duro de Gades, en el recuerdo de chaquetilla salvaje de la capitana, Carmen Amaya.
Se oyen VOCES, las de ellos que te transportan por esa fina línea de lo real, lo irreal y raya en lo imposible en los pies de Sara.”Yo no soy bailarina soy música, la hago con mis pies” Dice Sara sabiendo que no se puede dejar atenazar por el miedo de no sentir emociones.
Esta mujer ama los escenarios cerrados, el silencio que trasmiten, su oscuridad recoleta, los rincones a media luz. Es un clima que crea una tensión extraordinaria, bestial que diría ella. Ves un rincón iluminado de verde o de azul y sientes frío o calor. El vello se pone de punta con un solo taconazo y ya entiendes que de aquella magia no te librará nadie, no puedes ni quieres.
Caerá el telón pero mi corazón seguirá latiendo al son de tarantas, farrucas o bulerías. Os cuento lo que por unas horas he vivido, os hablo de lo que aprendo de las personas y de lo que escucho entre los pasillos estrechos y encandilados del mundo.