Ante ciertos libros que estos días veo tras los cristales de las librerías, me pregunto: ¿Quién los leerá? Éste, ese, aquel… Sigo mis andanzas y cuando me encuentro con gentes varias en mi café favorito del centro de Málaga, las observo. Unas salen, otras entran, y una minoría permanece, como yo. Un rato placentero saboreando un café con churros te devuelve el aliento después de kilómetros de caminata. Suelo observar sin cotilleo, nunca ha ido conmigo ese verbo, cotillear.
Lo más cerca que están estas personas de un papel escrito es el ticket de la cuenta o el periódico que la misma cafetería pone a disposición de los clientes. Aunque, ¿quién me dice a mí que estas personas no tienen un libro en un lugar especial de su casa? Lo leen, sueñan, se relajan, disfrutan con los personajes y comparten con ellos un día de trabajo o de asueto. Acabo de llegar de participar como jurado en uno de los premios más prestigiosos que el Ayuntamiento de Málaga concede a escolares de primaria y secundaria, Poetas del 27, nada menos. Poesía en estado puro.
Abrir las plicas y comenzar a saber nombres, imaginar caras, saber que Claudia o Raúl cuentan en sus vidas con la escritura me llena de alegría. Cuando entrego los premios a chicos y chicas, siempre les digo que para mí ha sido un privilegio que me dejen leer sus versos, pero para esto tendré que esperar hasta final de mayo. Les ha llevado su tiempo a ellos y a sus profesores especialmente a los de primaria. ¡Enhorabuena chicos!
