No hay un futbolista en el mundo que represente tanto a una cultura futbolística como Cristiano Ronaldo al Real Madrid. Ni Sergio Ramos ahora, ni Iker Casillas hace unos años. Ronaldo es un portento físico, impredecible, voraz, individualista y polémico, capaz de aparecer en el momento oportuno para resolverte un partido él solito.
‘El bicho’ es la suma de todas las eras del madridismo: la velocidad de Gento por la banda izquierda, la habilidad de Di Stefano para dejar sentada a toda una defensa rival, unida al olfato goleador de Puskas, conformaron una de las delanteras más brillantes de toda la historia del fútbol, consiguiendo ganar cinco Copas de Europa consecutivas, hace ahora 50 años.
CR7 es la suma de todos ellos. Tiene salto, velocidad, regate, vive del gol, y no se amilana ante ningún rival. Competidor nato desde que nació, posee en su haber cinco balones de oro, cuatro botas de oro y para desgracia de muchos culés, es el máximo anotador de la ‘Champions League’, con 104 dianas. Pero su palmarés no queda ahí, el luso alcanzó el martes pasado la friolera cifra de 100 partidos en Europa frente al Bayern. No brilló en exceso, pero contribuyó a que su compañero Benzema –criticado en los últimos meses por su bajo rendimiento– saliera reforzado del choque, tras contribuir con un doblete a que su equipo esté en una nueva final de Champions. La cuarta en cinco años.
De leyenda. Irrepetible. Admirado u odiado. Sus números son estratosféricos. Pero, entonces, ¿por qué cuesta tanto elogiar a este portento? ¿Es que los 100 millones de euros que pagó el Madrid de Florentino Pérez al Manchester United por su traspaso no están más que amortizados? CR7 juega, vende camisetas y es el ‘number one’ en las redes sociales, pero todavía hay gente que se empeña en criticarlo de chulo y prepotente. ¿Acaso no haría lo mismo Pelé con 28 años?