lunes 25 noviembre 2024
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La escalera de la fe

Este domingo se nos ofrece un nuevo pasaje donde Jesús, una vez más, obra un milagro de sanación ante la sorpresa de la gente. Un hombre ciego recupera la vista gracias a su fe. Tradicionalmente, se ha representado siempre la fe con la figura de un hombre ciego, ya que, en su propia definición, la fe es la capacidad de creer sin haber visto. El ser humano, por naturaleza, necesita confirmar y contrastar todo aquello que le es transmitido para creerlo.

 

Es nuestra incapacidad de confiar –cada día más acentuada– la que nos llega a comprobar cualquier teoría o cualquier simple hecho para poder creerlo, hasta el punto de tener que llegar a demostrar cómo es lo ocurrido.Este fin de semana, se obró otro milagro. Cuando más apesadumbrados mirábamos a la sociedad, cuando más bajo estaba nuestro nivel de confianza, nuestra fe ha sido recompensada. Y curiosamente, ha sido a partir de una desgracia: el temporal azotó exageradamente fuerte varias localidades vecinas. Lo que todos hemos visto por los medios de comunicación nos muestra la gravedad y el desastre provocado.

 

Pero, dentro de toda esa negatividad, siempre florece la esperanza. Yo nunca he desistido de pensar que el ser humano había perdido totalmente los valores de dar más que de recibir, de servir a los demás sin esperar nada a cambio. Ante esta desesperanza, decenas de voluntarios se han desplazado para ayudar. Gente que se emocionaba al recibir la ayuda o la emoción al escuchar frases como “la mayor alegría está en dar y no en recibir” o “hemos dejado de cobrar nuestros jornales para venir a ayudar hoy […], porque es lo que debemos hacer para cuando nos toque a nosotros”, hacen que nuestro corazón vibre más que nunca, que sintamos nuestras esas palabras… porque, en definitiva, ése debe ser el sentido de la vecindad, de la hermandad.

 

Este fin de semana, mi nivel de fe en el ser humano ha subido posiciones hasta los primeros puestos a través de una escalera, esa escalera que ayudó a José Gil, nuestro vecino y amigo, a ganarse el privilegio de contemplar desde el balcón del cielo cómo su vida no ha sido ofrecida en vano, sino que ha provocado una reacción de solidaridad y de ayuda sincera entre todos los pueblos de la comarca. ¡Bendita escalera que hace que, la fe en el ser humano, suba hasta el mismo cielo!

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