He visto con acierto en este largo puente algunas de las exposiciones que me guardaba en el bolsillo para disfrutarlas con tiempo. El arte tiene la magia de sorprenderme siempre. Pienso desde mi percepción, la del artista, el lugar donde fue ideado, la mente que lo creó, las dudas que tuvo, la libertad de imaginación. Las luces y las sombras de una vida contada a través de esa capacidad que ha llegado hasta nosotros. En los paseos de pasillos y salas de luz tenue del Museo Ruso, me ha enamorado AlekeiVenetsiánov y su realismo social.
Los grabados de Fortuny en el Thyssen me han llamado poderosamente la atención. Descubrir cómo el pintor se siente libre con estos dibujos es un regalo, porque con ellos descubres de nuevo al artista, su mundo de misterios y fantasías. En realidad es una obra maestra que puede condensarse en un melodrama desatado y sólido que te conquista desde la primera mirada. Una obra que indaga en lo que es uno mismo y lo que pueden ver los demás. Trabajo y estética.
Claro que lo más interesante de todo esto es que es mi visión lo que expongo, tal vez si la visitan, está hasta febrero, descubran matices que yo olvido y esto es lo que engrandece el arte. Y así más que olvidar dejo de sentir el ruido ensordecedor del centro de Málaga, con tráfico y turistas hasta las cejas. Sólo siento la calma que transmite la acera que me conduce como fiel lazarillo hasta el Museo de Arte Contemporáneo o lo que es lo mismo el CAC Así me baño de nuevo en olor a óleos con deje irlandés. Sean Scully y su regreso a la figuración y esa abstracción tan definida que te invita a reflexionar sobre la libertad de la creación. De nuevo estos trazos libres expresionistas, abstractas barrocos si me permite el autos, que todo los revuelve y lo fía al color.
¡Bendito puente!