He leído con mucho interés la entrevista en El Sol de nuestro querido don Antonio Alcaide. Es una inmensa alegría descubrir que, entre tanto trabajo de investigación, siga teniendo la inquietud de la labor pedagógica: saber más, para enseñar más y mejor. Y paralela a esa labor científica por la que ha cosechado numerosos premios y escrito su nombre en primera línea y con mayúsculas, su ciudad forma parte de su vida y comparte espacio en su corazón junto a su familia, y en esa percepción que él tiene de Antequera, el deseo con el que amanece cada día de su existencia y el sueño, que va cobrando visos de realidad, de caminar por sus calles, respirar el aire, cargado de recuerdos y emociones, del camino de la ribera, salpicado de gotas de agua, transparentes y frescas, que hacían las delicias de mayores y pequeños, la calle del Río, donde comenzó a imaginarse un mundo mayor en el que pudiera ser útil a la sociedad, quiere estar cerca y contemplar, una y mil veces, las impresionantes maravillas que esta ciudad tiene a vista de todos.
Y acierta don Antonio cuando nos dice, a todos los que residimos aquí, que nos falta empuje y decisión para valorar la suerte que tenemos por vivir en un lugar tan especial. Quizá nos falte el convencimiento, que no ha pasado desapercibido a nuestro investigador, que nos empuje a aplicarnos en hospitalidad. Compartir nuestros tesoros no es quitar sello de identidad, es hacerlo mayor. Proclamar a los cuatro vientos lo que tenemos que ofrecer y despertar el interés en gentes, de todo tipo y condición, que van a sentirse enormemente felices cuando se encuentren entre nosotros. Convencer es fascinar, y aquí, desde la prehistoria, tenemos el enorme privilegio de asombrar al mundo. La ciudad es sobresaliente en arte e historia, vamos a trabajar para que los vecinos podamos aspirar a obtener una buena calificación. Gracias, a un antequerano de elite que nos quiere y se preocupa por hacernos reflexionar.