miércoles 27 noviembre 2024
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Estamos sembrando lo que recordarán nuestros hijos

Si nos preguntamos cómo eran nuestros abuelos, para quienes ya no tenemos la suerte de disfrutarlos a nuestro lado, nos vendrán gratos recuerdos. Eran mayores, mucho más que nuestros padres, nacieron entre finales del siglo XIX y principios del XX.

 

Crecieron entre guerras y hambre. Pero tuvieron sus familias, cuidaron a sus hijos y adoraban a sus nietos. Ahora que llega Navidad, nos pueden venir recuerdos de las manos gastadas de tantos años de trabajo, en el campo, de sol a sol, con las máquinas, cargando… De llegar a casa solo para dormir o para comer. 

Cuando éramos niños, a veces nuestros padres nos dejaban en la casa de los abuelos, donde jugábamos a recorrer las antiguas casas, ésas que no tenían lujos, pero sí un gran patio con sus árboles y plantas, su olor a cal y esos cuadros antiguos.

Y en llegando el invierno, el brasero de mesa camilla de carbón o picón, al que la abuela sabía, como nadie, darle con el badil para calentar más y que no nos quemásemos.Entre la espera de la tarde o la noche, llegaban los mantecados a la mesa, con la botella de Anís “El Torcal” que era solo para el abuelo.Luego ya se hicieron mayores, o mejor dicho, no podían con la casa y los hijos y los nietos y comenzaron a irse en estas fiestas a casa de los hijos.

Crecimos, rompimos la tradición de la Nochebuena en casa con toda la familia y las uvas delante del televisor.La vida cambia y sigue. Entre nuestra generación y la de ellos, la de nuestros padres. Un gran cambio en el día a día de nuestras vidas.

En este nuevo estado de tener que quedarse en casa, te vienen a la mente términos de las “batallitas” de los abuelos. El “toque de queda” de la Batalla del Ebro se cambia por el de no poder salir en casa porque lo anuncian los políticos por la televisión o redes sociales, aunque luego tardan o cambian de parecer en horas y todos esperan que salga en el BOE o el BOJA, los boletines que no mienten y que marcan como si fueran leyes.

Hoy se vuelve a hablar de “morirse de repente”, como antes, pero ahora es por la pandemia del coronavirus. “Estaba muy bien, pero se puso mal y se murió”. Vuelven las “historias de Franco”. A diferencia, antes había censura y ahora no se dice la verdad, por lo que se nos miente a sabiendas.

Tenemos derecho a saber, quién inventó en laboratorio este virus (que no lo sabremos), saber por qué un día se tiene que usar mascarilla, otro, no; lo mismo con los guantes; o poder salir o no de tu casa o ciudad. O por qué solo podemos ir seis personas a un bar y nuestros hijos están con 25 compañeros en una clase.Antes mentían con las cifras como maquinaria de las dictaduras; hoy lo hacen al no decirnos los fallecidos en el mundo, en España, en Antequera mismo. 

El problema es que esos abuelos, los que quedan, están muriendo solos… y nadie dice nada. Y preguntas y no contestan. Se quiere ayudar o apoyarles, pero silencio absoluto. Estamos en Democracia, tenemos el mismo derecho a saber lo que pasa en nuestra ciudad, al igual que lo saben ellos. ¡Estamos en el siglo XXI!

«¡Trátame bien!”, nos dice un político a la hora de escribir estas líneas. ¡Gobiernen y ayuden a superar esta pandemia entre todos! ¡Vayan todos a una: los de uno lado y otro! ¡Esto es cosa de todos, se tiene que acabar lo de las dos Españas, o tres o cuatro…! Estamos sembrando lo que nuestros hijos y nietos recordarán de nosotros y de momento hay muy pocas “batallitas” y mucha crispación. Quizá nos quedemos solos sin qué contar…

 

 

 
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