sábado 23 noviembre 2024
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Quinto domingo del Tiempo Ordinario: Algo más que ser curado

El pasado domingo dejamos a Jesús curando al endemoniado de la sinagoga de Cafarnaún. Hoy se dice que al salir de la sinagoga fue a casa de Simón y Andrés, y al llegar allí le dijeron que la suegra de Pedro estaba en cama, con fiebre.

Relato que da pie a unas preguntas: Pedro era de Betsaida, si tenía casa en Cafarnaún es que se había mudado, ¿desde cuándo? ¿Desde su matrimonio y por eso vivía en la casa de sus suegros? Aparece la suegra, pero no la mujer, ¿era viudo? Su suegra estaba con fiebre.

A la fiebre se la llamaba entonces “el fuego que bebe y no come”. Y se dice que Jesús se llegó a la enferma. El verbo griego significa “llegando a donde estaba ella”, lo que da a entender que estaba acostada en la habitación de las mujeres, y que Jesús entró, la tomó de la mano y la levantó. El milagro se realiza con la sola fuerza que emana de Jesús. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. A la acción de Jesús sigue el servicio. Señal de que había quedado totalmente curada.

Y “al anochecer, cuando se puso el sol”, cuando concluyó el día sagrado y ya podían trabajar, le llevaron todos los enfermos a la puerta de la casa. Es decir: después de curar a la suegra de Pedro, le acercan todos los enfermos. Lo que pone de manifiesto que para Jesús, el hombre, todo hombre, es lo más importante.

Pero he aquí que el evangelio dice todos los enfermos, mas añade: curó a muchos. Se congregan todos y cura a muchos. No a todos. Marcos indica que no es suficiente con venir a Jesús para ser curado, que hace falta algo más.

Y cuando cae la noche y el pueblo se retira a descansar, Jesús y los de la casa también se recogen para el descanso. Pero él “se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar”.

A pesar de que estuvo atendiendo a la gente desde la mañana hasta bien entrada la noche, a pesar de que tenía merecido el descanso, se levantó de madrugada porque la oración era para él lo más importante.

Por eso, cuando Simón y sus compañeros se despertaron y descubrieron que no estaba en casa, salieron en su búsqueda y al encontrarle dijeron: “Todo el mundo te busca.” Y él les respondió: vamos a otra parte, para predicar también allí, que para eso he salido. “He salido”, dice. Pero ¿de dónde? ¿Acaso se refiere: a la casa de Pedro que acaba de abandonar? ¿O a su familia, que dejó en Nazaret? ¿O al Padre Dios de donde salió? Y el evangelista añade: Así recorrió Galilea predicando y curando.

El evangelio manifiesta que el centro de la vida de Jesús es el anuncio misionero para todos. Pedro y los compañeros quieren que se quede en el pueblo, pero él los invita a ir a otros sitios donde aún no se le conoce.

Podríamos preguntarnos: Si la casa de Pedro fue el lugar en el que se atendió a Jesús, ¿cómo atiendo yo a Jesús? Si Jesús salió desde la casa de Pedro hacia los que no lo conocían, ¿mi casa es el hogar donde se conoce a Jesús, y desde el que yo lo llevo a los demás?

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