Desde que supe del personaje de Topuria tras ver una entrevista en televisión, este hombre atrajo mi atención. No era el deporte que realizaba, era ese halo de confianza, con cierta cercanía a la arrogancia. O eso creía yo. Había algo en él. Y precisamente eso era, había algo y no poco. Cuando estamos acostumbrados a mirar a las pantallas y ver a personajes que copan de forma injusta nuestras tranquilas horas de asueto, y no precisamente por méritos en altos valores (ya sean sociales o políticos); surge esta especie de adalid en determinados principios enterrados, olvidados o en desuso por una colectividad altamente dormida en la pereza social.
Precisamente Topuria nos trae las claves de la superación personal: el trabajo, la diligencia, la disciplina y sobre todo la fe en uno mismo. Alguien que destaca, cuando lo no correcto es destacar. Alguien que se sacrifica, cuando lo más correcto es condescender. Alguien que habla de metas, cuando lo más correcto es delegarlas. El director Giampaolo Manfreda y la guionista Gracia Solera, “Topurias” en sus campos creativos y de trabajo, nos han dejado un documental que incluso al espectador que no le interesa el deporte de las artes marciales mixtas, lo puede disfrutar, extrayendo una esperanzadora experiencia. “Topuria: matador” es un documental que nos abre las puertas en la vida de este enorme luchador de la vida. Una enorme historia de superación, que debería alentar a los adolescentes y no tan adolescentes.
Olvidándonos del artificio visual de los combates, es inmensa la carga preparatoria no solamente física, sino mental y espiritual, para llegar al estado de este campeón de élite. El documental se adentra en el día a día de Topuria, su relación con la vida. Su vida es un cosmos formado por su familia, su mujer y sus amigos, compartiendo un sueño. Pero este sueño, es un sueño cimentado en altos y honorables valores. Un fuerte compromiso con su vida y los que la rodean. Un hombre, un sueño y un camino en la fe y el sacrificio. Hoy en día, eso es ser una leyenda.
