Es la palabra estrella en un discurso monótono y repetitivo de la aspirante a nuestra alcaldía. Me paro a pensar si realmente en su campaña diseñada con bastante dinero a juzgar por las fotos que llenan las marquesinas y lugares estratégicos, ha pensado alguna vez en los ciudadanos.
Sus adversarios políticos son los malos, ella y sus afines, los transparentes, los modelos a imitar y a votar. No sé quién es artífice de esa puesta a punto que se hace pesada, plomiza y atosigante, tal vez la prisa sea la causante de tanto agobio, o quizá sea sólo la artimaña de que se valen antes de que la opacidad pueda cubrir por completo tanta claridad como dicen que hay en su mensaje.
A lo mejor quieren que le repitamos hasta la saciedad que no somos tontos, que no tragamos más de lo políticamente correcto, que tenemos una idea bien clara de lo que deseamos, al menos, de lo que pueda resultar más necesario. Y esta apuesta pasa por cambio, por dar la oportunidad a otros para ver y comparar su gestión, por higienizar la democracia. Más de lo mismo, incluso con nombres cambiados no altera el discurso.
Me gusta que por primera vez en muchos años, exista juego político en esta ciudad. Ilusión en los unos y miedos en otros que ya no lo tiene tan seguro a juzgar por la manera, casi impositiva, de hacer campaña. Para ganar no hay que machacar ni matar verbalmente a los que nos pueden desplazar, sólo se trata de convencer, y cuando se insiste tanto en lo mismo, ocurre dos cosas, que produzca rechazo o que la transparencia lleve implícita algún oscurantismo que tratamos de ocultar.