domingo 5 mayo 2024
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Nacho Sancho y María González comparten ante la Virgen el amor de la familia

En unos tiempos donde la familia se encuentra desprotegida en una sociedad individualista y egoísta, sentir la oración que realizaron María González Rodríguez y José Ignacio Sancho Díaz, es encontrar esperanza en los niños que crecen y escribirán otra forma de describir la realidad.

Era la víspera de la festividad de la Virgen del Socorro. Iglesia de Santa María de Jesús, lunes 14 de agosto sobre las 23,30 horas. Poco a poco se iba llenando el santuario de la Socorrilla.

A las 12 en punto, el teniente hermano mayor Javier Moreno, da la bienvenida y presenta a las dos personas que esa noche iban a realizar la oración a la Virgen del Socorro en las puertas del 35 aniversario de la Coronación Canónica.

Nacho y María, María y Nacho, dieron una nueva lección de amor, de familia, de cristianos, de dar las gracias en su oración. Lo hicieron ambos, juntos, en matrimonio, regalándose sus voces, poniendo sus corazones para que los presentes pudieran escuchar lo que hoy vive, sienten y aman un joven matrimonio que sigue creciendo su unión con el mayor regalo que es el de tener hijos.

Empezaron con poesía:

«Al cielo vais, Señora,
Y allá os reciben con alegre canto.
¡Oh quién pudiera ahora
asirse a vuestro manto
para subir con vos al monte santo!

De ángeles sois llevada
de quien servida sois desde la cuna,
de estrellas coronada.

¡Tal reina habrá ninguna,
pues os calza los pies la blanca luna!
Volver los blancos ojos,
ave preciosa, sola humilde y nueva,
a este valle de abrojos,
que tales flores lleva,
suspirando están los hijos de Eva.

Que, si con clara vista,
miráis las tristes almas desde el suelo,
con propiedad no vista,
la subiréis de un vuelo
como piedra de imán al cielo.
Amén».

Pusieron el verso para empezar lo que fue una lección de amor de Dios, de amor matrimonial, de agradecimiento de un hombre y una mujer. «Hoy, víspera de la festividad de la Asunción de la Virgen, nos disponemos mi mujer, María; mis hijos: Nacho, Ana, Paco y Blanca; y yo mismo, a dedicarle unas palabras a nuestra madre del Socorro».

Compartieron algo muy común, pero que no se hace público: las gracias. A las imágenes no siempre de les pide. «Hoy, que vamos a conmemorar el 35 aniversario de tu coronación, no te vamos a pedir nada. Hoy hemos venido a darte las gracias. Queremos agradecerte todo lo que has hecho por nosotros y por todos y cada uno de los miembros de nuestra familia».

Familia, «palabra que en estos tiempos no está tan bien vista dentro de la sociedad. Una sociedad egoísta, individualista, en que lo personal prima sobre la colectividad. Le han querido quitar su esencia y ser, para hacernos creer que no es tan importante. Para nosotros, es el comienzo del camino que debemos recorrer en la vida, donde se inculcan unos principios y unos valores y que es comunidad de amor y santuario de vida. Así nos lo inculcaron a nosotros en nuestras respectivas casas y ahora es nuestro turno de
dar a nuestros hijos ese ejemplo».

Entre ellos, sus familias le marcaron el camino de la devoción hacia la Virgen del Socorro, siendo «un referente a lo largo de varias generaciones. Y es que toda mi vida ha estado vinculada a Ti. No en vano, mi casa siempre ha estado presidida por esa pintura de la Virgen del Socorro que ya mi tatarabuelo tenía en su despacho».

Fue en Jesús donde María conoció a Nacho. «Una adolescente, miembro de la Junta
Joven, de ojos claros, rubia melena, con un vestido azul marino de pequeñas margaritas y una cesta de mimbre en las manos, parece que la estoy viendo, me puso un lacito en el pecho, en la tradicional visita del Viernes Santo previa a tu procesión. Yo ya tenía conocimiento de que ella era de Arriba y que si venía por aquí seguro que la vería, así que hasta el barrio más antequerano me dirigí, con la intención de encontrarla y las encontré.
Pero no sólo a ella, también encontré a mi Socorrilla».

En aquel momento, «teníamos 16 años, han pasado 25 y desde entonces no nos hemos separado, hemos ido madurando como personas, como pareja y como familia. Hemos creado una preciosa familia en cuya historia tú, madre del Socorro, siempre has estado
presente. Y después de un largo noviazgo, nos casamos. Tú bendijiste nuestra unión. Desde pequeña, cuando jugaba en esta iglesia, soñaba que me casaría un 15 de agosto. Me impresionaba mucho cuando bajabas de tu camarín o de tu trono y te situabas a nuestra altura, tan cerquita, perdías un poco tu aura de Reina y eras sólo Madre, y eso me gustaba. Así que nos casamos cerquita tuya el 15 de agosto de 2009».

Tras casarse querían tener hijos y «estando la Virgen preparada para salir de Santa María, le dimos a tu camarera, a Marisa, un chupe que colocó entre tus enaguas. Para nosotros, aquella procesión fue doblemente especial. Y tú nos escuchaste, dos meses después nos enteramos que María estaba embarazada, una noticia que nos hizo inmensamente felices pero pronto esa alegría se transformó en desazón y miedo porque tuvo una amenaza de aborto, te rezamos mucho y teníamos siempre en mente ese chupe que estaba contigo».

Si ya estaban emocionando a los presentes, más cuando empiezan a salir sus hijos. Nacho, el mayor, entregó su primer chupe a la Virgen y le rezó. Increíble em momento vivido con el pequeño. Esos momentos íntimos presentando a los niños a la Virgen, que se quedan entre las familias como uno de los más increíbles que se pueden vivir. Compartieron la viveza que tiene el reunirse familias de amigos, familias cristianas, para compartir el amor en familia.

A Nacho le siguió Ana, quien le colocó su pañuelo y rezo ante la Virgen. Siguió Paco con su campanita y para romper de emoción de lágrimas entre los presentes, compartieron que «en enero nos llegó el regalo de un nuevo embarazo. No podemos ofrecerte el chupe de Blanca, porque todavía está entre tus enaguas, todavía es tuyo, pero sí, esa primera ecografía, la ecografía que nos brindó uno de los momentos más emotivos de nuestra vida».

Y terminaron rezándole:

«Llévame contigo a todos lados,
que pueda dormir tranquilo bajo tu precioso manto.
Llévame contigo, no me sueltes de la mano,
y que cuando sienta frío, note tu cálido abrazo.

Llévame contigo, a donde quieras,
y es que no hay mayor consuelo que una madre que
te quiera y que algún día pudiera, al Cielo ir por tu escalera
y entender que contigo, Madre querida, valió la pena.

Que no me canse nunca de mirarte
y repetir con humilde devoción:
Te quiero con locura madre del Socorro.
Tú, el mejor regalo de mi Dios».

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